“Nos estamos quedando sin agua, y yo no pienso irme a Marte”.  Entrevistamos a Fernando T. Maestre, uno de los mayores expertos del mundo en tierras áridas. Y las nuestras, las que nos dan comida y trabajo, están al límite 

(Crédito de foto superior: María Dolores Puche)

“Para mostrar las causas de la desertificación en España, pon una fotografía de los cultivos intensivos de Almería”. Le digo a Fernando Tomás Maestre que voy a publicar esta frase. Y me dice que adelante, aunque tras ella hay un entramado político y económico que va a tragar saliva, y no por sed precisamente. Pero, como dice Fernando, nos estamos quedando sin agua, y no es momento para dejar ni un resquicio al miedo.

mar de plástico en Almería


Foto: 30 años separan estas 2 imágenes de satélite del Campo de Dalías, en Almería. El surgimiento del mar de plástico.

 

Fernando T. Maestre forma parte, año tras año, de los científicos más citados del mundo según el ranking Highly Cited Researchers. Parece obligado escuchar lo que tiene que decir sobre el terreno que domina, en el que el cambio climático ha puesto su bandera.

Es investigador del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio «Ramón Margalef» (IMEM) de la Universidad de Alicante y experto en lo que a él le gusta llamar tierras áridas, aquellas que van de Guadalajara al desierto de Atacama, un amplio gradiente de menos a más árido que ocupa casi la mitad del planeta.

Más del 40% de la tierra es árida, hasta ahí, nada que decir. Pero donde cabría gritar es cuando los datos indican que el destino de una gran parte de la tierra que nos alimenta se está quedando sin agua, y las causas no tienen que ver con que los dioses hayan dejado de enviar lluvias.

Los invernaderos de Almería se beben más agua de la que hay. “Estamos alimentando con agua a un modelo agrícola insostenible que no para de crecer. Y es un agua de la que difícilmente vamos a poder seguir disponiendo en el futuro como hasta ahora”, explica el experto. Y esta es solo una de las causas “invisibles” tras la desertización en España.

¿La desertificación es el lobo? ¿y viene?

Cuando hablamos de desertificación hablamos de la degradación de la tierra en zonas de clima árido causada tanto por los cambios en el clima como por la mano del hombre. La desertificación no es el Sahara que va a cruzar el estrecho de Gibraltar y nos va a tapar con sus dunas. Esto no va a pasar aquí en España. La amenaza es otra y no la estamos viendo venir.

Muéstranosla

El cambio climático, y con él la aridificación del clima (más temperatura, menos precipitación que además es más concentrada en el tiempo y sequías más intensas y recurrentes), es un motor de desertificación de los ecosistemas.

Cuánto más árido es el clima, menos capacidad tiene la vegetación de recuperarse tras perturbaciones como olas de calor, sequías extremas o incendios forestales. Si la vegetación no se recupera o lo hace más lentamente no solo acabamos perdiendo la fertilidad del suelo y su biodiversidad, claves para aspectos tan importantes para nuestro desarrollo como la producción de comida, sino que el suelo queda expuesto a la acción erosiva de las lluvias. Y una vez que perdemos el suelo, perdemos la capacidad de la tierra de soportar vida. Esto es la desertificación.

Pero cuando hablamos de desertificación la acción humana es clave, y no sólo por el cambio climático que estamos causando, sino sobre todo por el mal uso que estamos haciendo de los recursos naturales.

¿Dónde está la mano humana?

Un agente desertificador fundamental, del que no se habla tanto como se debiera, es el uso insostenible del agua que estamos haciendo en la agricultura. Yo siempre pongo este ejemplo: cuando hablamos de desertificación en España, no hay que poner la imagen del suelo degradado, sino de cultivos muy intensivos como los que se practican en buena parte del sudeste de España.

«El recorte en el trasvase Tajo-Segura está generando muchas tensiones. Este recorte no ocurre por capricho, ocurre porque no hay suficiente agua»

Si nos atenemos a los datos oficiales, los acuíferos que alimentan buena parte de esta agricultura están sobreexplotados, salinizados o contaminados. Y como estamos viendo en los medios continuamente, el recorte en el trasvase Tajo-Segura está generando muchas tensiones. Este recorte no ocurre por capricho, ocurre porque no hay suficiente agua. Y quien no me crea que revise las cifras de reserva de agua almacenada en España, muy por debajo de la media del último decenio pese a que este año ha llovido algo más de la media.

Hay que pensar que trasvases como el Tajo-Segura no van a poder seguir alimentando la cantidad de regadío que tenemos, que además no para de aumentar. De qué nos sirve que este tipo de agricultura sea un motor económico hoy y que en 20 años deje de serlo? Como dice el sabio refrán, vamos a un escenario de “pan para hoy, hambre para mañana”

¿Se despilfarra el agua?

El regadío, tal y como se está practicando en lugares como Almería, es sumamente eficiente. De cada 100 litros de agua que llegan a los invernaderos se aprovechan 99. Más eficiencia es casi imposible, ya se aprovecha hasta la última gota de agua.

¿Entonces?

«Estamos alimentando un monstruo con agua, y es un monstruo que no para de crecer»

¿Qué se hace con esa agua que se ahorra? Te pongo un ejemplo. Si yo me ahorro un 30 por ciento de agua utilizando el último sistema de regadío, y me lo guardo, pues eso está muy bien porque mi actividad va a ser más sostenible en el tiempo. Pero si me ahorro un 30 por ciento, y pongo un 30 por ciento más de cultivo, ya no estoy ahorrando ni una gota. Y si para maximizar los beneficios a corto plazo o ser más competitivos en un mercado ya de por sí muy competitivo y saturado se autorizan continuamente regadíos… simplemente nos quedamos sin agua. Estamos alimentando un monstruo con agua, y es un monstruo que no para de crecer.

¿La desalinización del agua del mar es una opción?

«Hay casi 16000 desaladoras que producen alrededor de 95 hm3 de agua desalada al día, pero de esta cantidad solo se destina a regar cultivos menos del 2%»

No a gran escala. A nivel global, hay casi 16000 desaladoras que producen alrededor de 95 hm3 de agua desalada al día, pero de esta cantidad solo se destina a regar cultivos menos del 2%. En el caso de España, las numerosas desaladoras puestas en marcha en las últimas dos décadas están operando a menos del 20% de capacidad. ¿Cómo es posible que esto sea así cuando la agricultura está demandando agua continuamente y el regadío no para de crecer?

Por varios motivos. Primero, el agua desalada es muy cara para el agricultor, no la puede pagar si quiere ser competitivo y sólo la usa si es subvencionada. Segundo, el agua desalada se puede aprovechar óptimamente cuando se va a utilizar cerca de la costa. Si no es así, hay que bombearla, transportarla, almacenarla y todo esto requiere infraestructura y grandes cantidades de energía. Y tercero el agua desalada necesita someterse a tratamientos o mezclarse con agua dulce para que sea apta para el riego, lo cual añade costes y logística. Y tampoco podemos dejar de lado la energía necesaria para desalar el agua, que aumenta el coste y genera gases de efecto invernadero cuando no es producida de forma renovable.

«Dejaremos suelos salinizados, llenos de nitratos, pesticidas y plástico que serán difícilmente recuperables. Sería como si hubiera pasado por allí Atila y los hunos en versión siglo XXI»

Imaginemos lugares como el campo de Dalias, el de Cartagena o las inmediaciones de Doñana, verdaderos motores económicos y de empleo en estas zonas basados en la agricultura de regadío. ¿Qué va a ocurrir cuando no haya agua suficiente para mantener su producción hortofrutícola? Pues que la economía puede colapsar y todas las personas que trabajan en la agricultura pueden perder su empleo. Y no sólo eso, sino que además dejaremos suelos salinizados, llenos de nitratos, pesticidas y plástico que serán difícilmente recuperables. Será como si hubiera pasado por allí Atila y los hunos en versión siglo XXI. Éste es un ejemplo de desertificación que la gente no tiene en la cabeza.

Porque aún no está en nuestro día a día

Tenemos ejemplos en países como Arabia Saudí, donde han hecho barbaridades (cultivar alfalfa en pleno desierto) hasta que han esquilmado inmensos acuíferos en menos de 20 años.

¿Habría que detener esos cultivos?

 «Yo no quiero que se deje de cultivar fresas en Huelva. Lo que quiero es que sea una actividad sostenible y que se puedan seguir cultivando dentro de 50 años»

Yo entiendo que es un problema muy complejo, y políticamente muy sensible, porque da muchos puestos de trabajo y afecta a regiones enteras.  Yo no quiero que se deje de cultivar fresas en Huelva. Lo que quiero es que sea una actividad sostenible y que se puedan seguir cultivando dentro de 50 años. Lo mismo en Almería y lo mismo en el campo Cartagena. No se trata de ir contra la agricultura, ni mucho menos. De lo que se trata es de que seamos conscientes de que no podemos seguir utilizando un recurso finito y escaso como el agua, y que además lo va a ser cada vez más debido al cambio climático, como si fuese infinito.

Y, además, va a llover menos

Todas las predicciones climáticas apuntan a que en buena parte de España va a llover menos debido al cambio climático. Podemos tener, según algunos escenarios, hasta un 30 por ciento menos de lluvia. Y va a aumentar la frecuencia de eventos extremos, o sea que va a ser más concentrada en el tiempo y menos aprovechable. Cuando llueve muy fuerte, el agua se pierde por escorrentía. No se aprovecha tanto el agua cae en un período de tiempo muy corto.

 ¿Se están tomado medidas de emergencia?

No con la rapidez que debiera. El problema es que frenar el cambio climático requiere cambiar muchos aspectos de nuestro sistema socioeconómico y estilo de vida y esto ni es fácil ni rápido y tiene un coste social y político muy alto. Pero la evidencia científica no deja lugar a dudas sobre la necesidad de actuar ya para evitar los escenarios más catastrofistas de calentamiento global. Y si nos centramos en el uso del agua, los datos nos indican que la superficie de regadío en España no para de aumentar, lo que no tiene mucho sentido a tenor de todo lo que estamos hablando.

Pero no estamos hablando de pequeños agricultores, sino de macroempresas

«Buena parte de la producción hortofrutícola en España está en manos de grandes empresas y fondos de inversión internacionales»

Algo que muchos lectores desconocerán es que buena parte de la producción hortofrutícola en España está en manos de grandes empresas y fondos de inversión internacionales. Y ya sabemos lo que guía a la mayoría de este tipo de empresas e inversores: maximizar los beneficios económicos.

«Cuando la zona de cultivo de Cartagena se quede sin agua, qué le decimos a la gente de allí, ¿qué “arreé”?»

Si una gran multinacional se implanta en el campo de Cartagena y se compromete con una cadena de supermercados internacional para que le suministren centenares de miles de lechugas al año, las tiene que suministrar, y si allí no puede producirlas porque no hay agua suficiente, se irá a Marruecos, y si no, allá donde puedan hasta que agoten la última gota de agua. Y cuando la zona de cultivo de Cartagena se quede sin agua, qué le decimos a la gente de allí, ¿qué “arreé”?

Pero hay que alimentar a una población cada vez más numerosa

Sin duda, pero no podemos olvidar que en términos globales estamos tirando el 30% de la comida que producimos. Tirar la comida es un crimen, es algo que a mí personalmente me duele mucho.

En Almería, Murcia, Valencia y otros lugares de España estamos tirando cada año miles de kilos frutas y hortalizas antes de ponerlas en el mercado porque los precios llegan a bajar tanto que los agricultores prefieren tirarlos que vender a pérdidas.

En 2019 más de 114.000 toneladas de frutas y hortalizas fueron descartadas en España antes de ser comercializadas y los productores recibieron subsidios a cambio de ello.

Hay que decir que es una práctica legal y subvencionada por la Unión Europea, que paga por descartar hasta el 5% de la cosecha para compensar por la caída de los precios. Y esto es la punta del iceberg, ya que tiramos también comida perfectamente apta para el consumo por su aspecto, porque compramos tanta que no podemos comerla antes de que se eche a perder o porque se desaprovecha durante su envasado y/o procesado. ¿Cuántas personas podrían alimentarse con la comida que tiramos?

¿Cuánta agua se desperdicia en la comida que se tira?

Recientemente hicimos un estudio en el que cuantificamos para la provincia de Almería el coste ambiental de los descartes de hortalizas antes de ponerlas en el mercado (12.944 toneladas en 2019). Estos descartes malgastaron 300.000 m3 de agua. Además, se han desperdiciado 136,5 toneladas de fertilizante y se han arrojado a la atmósfera más de 7.500 toneladas equivalentes de CO2.

«Mientras por un lado tiramos comida por otro seguimos aumentado la superficie de regadío y pidiendo más agua para sostenerla»

Aunque parte de la cosecha retirada se desvió a bancos de alimentos (49,1%) o a alimentación animal (7,4%), una parte considerable (43,5%) fue destruida (siempre según estadísticas oficiales). Así que mientras por un lado tiramos comida por otro seguimos aumentado la superficie de regadío y pidiendo más agua para sostenerla. No tiene mucho sentido, ¿no?

¿Y sin marcha atrás?

«Me gustaría que los tomates que compro en el mercado tuvieran una etiqueta que indicara si el acuífero de donde se sacó el agua para regarlos se ha gestionado adecuadamente»

La buena noticia es que la desertificación, al igual que el cambio climático, está causada por nosotros. Así que en nuestras manos está minimizar y solucionar este problema. Hace falta más concienciación social. A mí, por ejemplo, me gustaría que los tomates que compro en el mercado tuvieran una etiqueta que indicara si el acuífero de donde se sacó el agua para regarlos se ha gestionado adecuadamente. De ese modo podré saber si un tomate es más sostenible que otro, y elegirlo frente a otros que no lo sean.

El uso del agua en agricultura es un tema muy complejo. Tradicionalmente se ha ofrecido el agua a un precio muy bajo para que la actividad agrícola pueda ser competitiva y la gestión que hemos hecho en nuestro país se ha basado fundamentalmente en aumentar la oferta de agua disponible con presas, avances en la perforación de acuíferos, trasvases y desaladoras.

¿Pero no es suficiente?

Está demostrado que cuanto más agua se oferta, más se pide. La agricultura usa el 80 por ciento del agua que utilizamos en España. Hay una paradoja, la Paradoja de Jevons, que nos dice que el aumento en la eficiencia del uso de un recurso lleva, paradójicamente, a un mayor uso de ese recurso. Y esto es algo que con el regadío se cumple a rajatabla. Ser más eficientes hace que aumente el regadío. La mera prospectiva de que puede haber más agua hace que aumente el regadío. Son las autoridades la que han de limitar el uso de agua en agricultura si no queremos acabar con este recurso.

¿Hasta que nuestra especie no tenga cabida en la tierra?

«El presidente del Gobierno habla de España en 2050, lo que me parece muy bien. Pues hay que tomar medidas ya para que ese futuro no sea un futuro sin agua»

Nosotros no nos vamos a extinguir, somos una especie adaptada a vivir desde la Antártida al Ártico. Lo que no va a sobrevivir es nuestro modo de vida. Es como un accidente de coche: no es lo mismo tenerlo a 100 km/h por hora que a 40 km/h. Y el problema es que vamos a 120 km/h y acelerando.

El presidente del Gobierno habla de España en 2050, lo que me parece muy bien. Pues hay que tomar medidas ya para que ese futuro no sea un futuro sin agua. Sin agua no hay vida ni actividad económica, no se nos debe olvidar esto.

¿Cómo son las políticas contra la desertificación?

Hasta ahora en España las políticas contra la desertificación se han basado casi exclusivamente en plantar árboles y en controlar la erosión mediante obra civil (p. ej., poniendo diques en barrancos). Está muy bien, pero es totalmente insuficiente y en algunos sitios es contraproducente. Ello es así porque los árboles gastan más agua que los arbustos y que las especies herbáceas. Y estamos plantando árboles en sitios que de aquí a 40 años no van a poder mantenerse porque va a llover menos, así que son plantaciones destinadas al fracaso.

Buena parte de estas políticas de reforestación se basan en nuestro gusto por los árboles frente a la vegetación arbustiva o herbácea. Nos gusta el verde, no nos gusta el marrón. Pero si te subes a un avión, buen parte de España es marrón, no verde. Y lo es porque la vegetación dominante no son frondosos bosques y prados verdes, sino matorrales y pastizales dominados por especies de tonalidades más marrones adaptadas a las condiciones de aridez de nuestro entorno.

Yo soy de Alicante y me he formado como persona y como biólogo en estos ambientes por los que tengo un aprecio especial. Pero cuando hablamos de naturaleza, a la mayoría de la gente, en Alicante, en Sevilla o en Guadalajara, le viene a la cabeza una selva tropical o unos prados alpinos llenos de flores colores y no un espartal de Alicante. Si no apreciamos mejor a nuestros ecosistemas autóctonos, que son el lugar en el que vivimos, cómo los vamos a cuidar…

¿No somos un país que un día estuvo repleto de árboles?

La idea de que en España una ardilla subía en Cádiz y llegaba hasta Galicia de árbol en árbol es un mito que nos han contado durante décadas y que no se corresponde con la realidad. Ya Plinio hablaba del campus espartarius para referirse a los alrededores de Cartagena y cifraba la superficie ocupada por esta especie allí en más de 500000 ha. En numerosas zonas del sudeste ibérico lo que hay es esparto en abundancia, y no árboles, desde hace al menos 2.000 años.

¿Qué te parecen los cultivos hidropónicos como solución a la escasez de agua?  

Esto puede ser una solución muy puntual, como en ciudades superpobladas o en campos de refugiados situados en zonas áridas con pocos recursos y suelos muy pobres en nutrientes. Hay por ejemplo iniciativas muy interesante en estos campos de refugiados que usan colchones viejos como sustrato para cultivos hidropónicos. Pero este tipo de agricultura es inviable a gran escala. La tecnología nos puede ayudar, y hacer ganar algo de tiempo, pero no vendrá una tecnología mágica que solucionará todos nuestros problemas. Recursos como el agua son finitos.

¿Nos salvaremos conquistando otro planeta?

«A Marte que se vaya “su tía de Elche”, como se dice en mi pueblo»

A Marte que se vaya “su tía de Elche”, como se dice en mi pueblo. La solución pasa por no sobreexplotar nuestro planeta, usar menos (y mejor) sus recursos y no malgastarlos. Tenemos un sistema económico que hace que sea más barato traer cosas de China que fabricarlas aquí. Pero en el precio no se están pagando las emisiones de CO2 del barco que viene de China con ese producto ni otros costes ambientales y sociales de esta manera de producir bienes. Esto hay que cambiarlo.

Es agotador, ¿no te dan ganas de tirar la toalla? 

Sí, estoy agotado, pero intento no desmoralizarme y pensar en positivo. ¿Qué podemos hacer como individuos? No tirar comida, usar menos plásticos de un solo uso, coger menos el coche y más el transporte público, la bici o caminar, practicar una compra de proximidad, comer fruta de temporada, reducir nuestro consumo de carne, pensar bien si necesitamos cambiar el móvil tan pronto o comprar ropa con tanta frecuencia, viajar menos en avión y más en tren…

Todo lo que ayude a reducir nuestra huella de carbono tendrá un efecto positivo en la lucha contra la desertificación. Y si bien no son suficientes, las acciones individuales de miles/millones de personas pueden tener un impacto positivo enorme.