Mientras Tonga hace frente a las consecuencias de la erupción del volcán, esta imagen ilustra cómo la nube de dióxido de azufre se está propagando por todo el planeta

Usando datos de la misión Copernicus Sentinel-5P de la ESA, la imagen muestra la enorme columna de dióxido de azufre el 18 de enero sobre Australia, a más de 7000 km al oeste de la erupción.

El volcán Hunga-Tonga-Hunga-Ha’apai cerca de Tonga en el Pacífico Sur entró en erupción con tanta fuerza el 15 de enero que se cree que es la erupción más grande registrada en el planeta en 30 años.

Enviando olas de tsunami a través del Pacífico, los efectos de esta erupción submarina se sintieron en lugares tan lejanos como los Estados Unidos y Japón. Los estampidos sónicos de la erupción se escucharon en todo el Pacífico y hasta Alaska, a más de 9000 km de distancia, y la onda de choque alteró la presión atmosférica en todo el mundo.

El volcán arrojó ceniza, gas y vapor a 30 kilómetros a la atmósfera. Cenizas peligrosas han asfixiado a la nación insular de Tonga, causando un desastre sin precedentes.

Copernicus Sentinel-5P se dedica a monitorear la contaminación del aire midiendo una multitud de gases traza y aerosoles, todos los cuales afectan el aire que respiramos.

El gas que enfría el planeta

Aparte del oxígeno libre, generado por la fotosíntesis de las plantas, todos los gases atmosféricos llegaron del interior de la tierra y fueron liberados por erupciones volcánicas. De entre todos ellos, el dióxido de azufre es el responsable de la lluvia ácida, y al escapar a la estratosfera, genera un «parasol» que enfría el planeta.

La erupción del volcán Pinatubo, en Filipinas, producida el 15 de junio de 1991, se calcula que inyectó una nube de dióxido de azufre de hasta 20 millones de toneladas a la estratosfera.

El mayor impacto volcánico sobre los patrones climáticos a corto plazo de la tierra es causado por el gas de dióxido de azufre.

En la fría atmósfera inferior, se convierte en ácido sulfúrico por los rayos del sol que reaccionan con el vapor de agua estratosférico para formar capas de aerosol de ácido sulfúrico.

El aerosol permanece en suspensión mucho tiempo después de que las partículas sólidas de ceniza hayan caído a la tierra y forma una capa de gotas de ácido sulfúrico entre 15 y 25 kilómetros de altura. Las partículas finas de ceniza de una columna de erupción caen demasiado rápido para enfriar significativamente la atmósfera durante un período prolongado de tiempo, sin importar cuán grande sea la erupción.

Los aerosoles de azufre duran muchos años y varias erupciones históricas muestran una buena correlación de las capas de dióxido de azufre en la atmósfera con una disminución en la temperatura promedio de los años posteriores. La estrecha correlación se estableció por primera vez después de la erupción del volcán Agung en Indonesia en 1963, cuando se descubrió que el dióxido de azufre llegaba a la estratosfera y permanecía como un aerosol de ácido sulfúrico.

Sin reposición, la capa de aerosol de ácido sulfúrico alrededor de la tierra se agota gradualmente, pero se renueva con cada erupción rica en dióxido de azufre. Esto fue confirmado por los datos recopilados después de las erupciones de El Chichon, México (1982) y Pinatubo, Filipinas (1991), los cuales fueron portadores de compuestos con alto contenido de azufre como Agung, Indonesia.