Hasta ahora no se conocía lo que ocurre una vez que los sapos se meten una presa dentro de su boca con la ayuda de su pegajosa lengua, ahora se puede ver en 3D

Tragarse un sapo debe ser algo muy desagradable, pero parece que para los sapos, en concreto los sapos de caña (Rhinella marina), tragarse su propia lengua es cosa de todos los días. Los autores de un estudio utilizaron la videografía de rayos X para estudiar el comportamiento alimentario de los sapos, proporcionando la primera visión en 3D de lo que los sapos hacen con la comida una vez que está a salvo en sus bocas. Se ayudan de un complejo sistema de poleas de cartílago y músculo que se prolonga por su garganta y llega casi a la altura su corazón.

«Sabemos mucho sobre cómo las ranas extienden sus lenguas y cómo se adhieren a sus presas, pero antes de este estudio, esencialmente todo lo que sucede después de que cierran la boca era un misterio», dijo la autora principal Rachel Keeffe, que completó la investigación en el departamento de biología de la Universidad de Florida.

Ya en 1827 los naturalistas estaban fascinados con los hábitos alimenticios de los anfibios. Pero las ranas son rápidas como un rayo a la hora de capturar y consumir sus presas, tanto que al ojo humano le resulta casi imposible seguir sus movimientos. No fue hasta el desarrollo del vídeo de alta velocidad, a mediados del siglo XX, cuando los científicos pudieron observar directamente el modo en que las lenguas de las ranas se desenrollan como un matasuegras y envuelven a sus desventurados objetivos en un abrazo pegajoso.

Incluso entonces, los científicos sólo podían adivinar cómo tragaban su comida. Algunos teorizaron que las ranas utilizaban sus lenguas para depositar directamente la comida en sus gargantas, mientras que otros sugirieron que empujaban la comida apretando los ojos. Pero ninguna de estas ideas iniciales podía explicar las extrañas estructuras que los investigadores encontraron dentro de las bocas de las ranas durante las disecciones.

La curiosa boca de la rana

Muchas especies de ranas tienen dos juegos de dientes en forma de colmillo en el paladar, y los sapos sin dientes tienen crestas a lo largo de su paladar superior que se asemejan a una tabla de lavar. Los anfibios también tienen una placa cartilaginosa llamada hioides, que tiene bucles y púas unidas a los músculos y que Keeffe compara con una marioneta. La placa hioidea descansa en el suelo de sus bocas, y su función en relación con la capacidad de las ranas para tragar presas era totalmente desconocida.

Para averiguar cómo las ranas manipulan su comida, Keeffe y sus colegas fijaron cuentas metálicas en puntos clave de la boca de los sapos de caña, Rhinella marina. Los sapos de caña, que llegan a medir 15 centímetros, son una de las especies de ranas más grandes, lo que los convierte en el espécimen perfecto para observar los rápidos y minúsculos movimientos que realizan al comer.

Tras colocar los sapos en una caja de observación transparente, Keeffe los alimentó con un flujo constante de grillos mientras los filmaba con videografía de rayos X. Un primer examen de los vídeos resultantes reveló un mecanismo distinto al que esperaban. «Al principio no estábamos seguros de lo que estaba ocurriendo», dijo Keeffe. «Todo el suelo de la boca fue arrastrado hacia atrás, hacia la garganta, y la lengua con él».

Keeffe pasó meses reconstruyendo meticulosamente los movimientos en animaciones 3D para determinar exactamente cómo funcionaba el aparato. A continuación, ilustró un juego preciso a partir de los fotogramas, empezando por el momento en que cada grillo es seleccionado y enrollado en la boca.

Una vez que la lengua ha alcanzado su máxima extensión, el hioides se retrae hacia la garganta. La lengua, que está directamente unida al hioides, vuelve a entrar en la boca. No está claro hasta dónde puede retroceder el hioides porque su camino está bloqueado por el corazón de la rana, contra el que se desliza milisegundos antes de que la lengua y la presa adherida se estrellen contra el cojín cartilaginoso, explicó Keeffe.

Aunque el sapo ha conseguido atrapar a su presa en este punto, todavía se enfrenta al problema de tener que desprender al insecto conmocionado de su lengua pegajosa. Lo hace en el último paso de la alimentación, que los autores denominaron ascenso dorsal del hioides. «El hioides se dispara hacia arriba y presiona la lengua contra el techo de la boca, después de lo cual se mueve hacia adelante, esencialmente raspando la comida hacia el esófago».

El movimiento final de ascenso y raspado puede explicar la presencia de crestas y colmillos en el paladar superior de algunas ranas, dijo Keeffe. «Si esto es lo que hacen todas las ranas, entonces estas estructuras juegan definitivamente un papel en la deglución».

Todo el proceso, de principio a fin, dura menos de dos segundos, y la mayor parte de ese tiempo se dedica a reposicionar la lengua y el hioides después de tragar.

Existe una increíble diversidad de mecanismos de alimentación entre las 7.000 especies de ranas conocidas, que van desde las lenguas de proyectil de los sapos hasta la alimentación por succión de las ranas pipícolas acuáticas. Keeffe dice que el siguiente paso obvio sería un estudio comparativo entre varias especies para ver si el comportamiento de alimentación de los sapos de caña es la regla y no la excepción.

REFERENCIA

XROMM Analysis of Feeding Mechanics in Toads: Interactions of the Tongue, Hyoid, and Pectoral Girdle