No querrás dormir, la ciencia anuncia pastillas para disfrutar del sexo más y mejor. Hasta que apareció Viagra en 1998, anteayer, los hombres que padecían impotencia (entonces se llamaba así) no tenían más opción para alcanzar la erección que introducir su pene en una bomba de vacío, ponerse una inyección cada vez que querían practicar sexo, implantarse unos bastoncillos de silicona que lo mantenían permanentemente erecto o colocarse una prótesis hinchable que se llenaba de líquido procedente de un depósito colocado en el abdomen. Era una especie de kit de primeros auxilios, algunos de cuyos remedios todavía persisten.
Doce años después, Bayer prepara una presentación de Levitra, la Viagra moderna, que se disuelve en la boca y surte efecto en tiempo récord: 15 minutos. La ciencia de la salud sexual ha avanzado más que ninguna otra especialidad médica. No hay problema sin solución o que no esté en vías de tenerla. Las novedades llegan de tres en tres. La primera que nos espera la explica Natalio Cruz, urólogo del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla: “Parece que ya estamos cerca de conseguir un tratamiento anticonceptivo masculino seguro, eficaz, de administración cómoda y a un coste razonable”. La segunda tiene que ver con un problema que padece el 30% de los hombres alguna vez en su vida, la eyaculación precoz.
Apenas lleva doce meses en las farmacias Priligy, el primer fármaco específico que la trata, cuando ya se anuncia un aerosol que no multiplica por tres el tiempo que se tarda en eyacular, como la pastilla, sino que promete que el hombre que lo use aguantará 5,5 veces más en el acto. Y la tercera novedad: para 2011 está previsto que se comercialice en Europa la vacuna para varones contra el VPH, el virus del papiloma humano, relacionado con el cáncer de cuello de útero en la mujer, y según se ha demostrado ahora implicado también en numerosos tipos de cáncer que afectan al hombre: ano, pene, próstata, boca, lengua, etc.
Jeringuilla en mano
Los nuevos tratamientos que se anuncian tienen la eficacia acreditada. Nada que ver con las incipientes soluciones de hace un par de décadas que acababan convirtiendo la salud sexual masculina en un calvario, en el sentido más literal. En 1983, los úrólogos empezaron a tratar la disfunción eréctil enseñando a sus pacientes a inyectarse en el pene papaverina y fentolamina, que producían erecciones al dilatar las arterias. Al 60% de los hombres no le daban problemas, pero al resto se le hacían insoportables algunos de los efectos secundarios. El principal de ellos, por muy fina que fuera la aguja con la que se inyectaban, era el dolor en el pene. Al 5% le proporcionaba erecciones demasiado prolongadas, y al 1% priapismo, que necesitaba un tratamiento de urgencia para evitar una lesión irreversible en el pene. Los trastornos que surgían con la bomba de vacío eran mayores. El aparato era eficaz, pero no resultaba precisamente cómodo, y sobre todo, requería cierta destreza manual, que algunos no llegaban a alcanzar nunca. Alrededor del 10% de los hombres sufría graves efectos adversos, como contusiones en el pene y alteraciones en la eyaculación.
De los efectos secundarios no se libran, sin embargo, algunas de las nuevas “muletas” para la salud sexual masculina. El hándicap del PSD 502, el spray para eyaculadores precoces que se ha presentado en el último congreso de la Sociedad Americana de Urología, es precisamente este: un 6,1% de los hombres que se lo aplicaron sufrieron algún efecto adverso; el más frecuente, quemazón en el miembro, que también sufrieron sus parejas en la vagina. Lo más curioso es que casi un 1% de los que probaron el placebo también notaron lo mismo.
El medicamento lo ha desarrollado la compañía japonesa Shionogi & Co combinando anestésicos ya existentes. Escogieron a un millar de hombres de EEUU, Europa y Asia con una característica común: una vez que habían penetrado a sus parejas, eyaculaban en menos de 36 segundos (la OMS considera que sufre este trastorno el hombre que lo hace en menos de un minuto). La directora del ensayo, Ira D. Sharlip, nunca definirá con más propiedad un ensayo: “excitante”. Los que probaron el aerosol lograron mantener la erección dentro de la vagina una media de tres minutos y 20 segundos, algo impensable hasta hace poco para alguien con eyaculación precoz.
El laboratorio no ha especificado si el ensayo arrojaba distintos resultados de eficacia dependiendo de la raza a la que pertenecía cada uno de los hombres que lo probaron, lo que sí ha ocurrido con algunos de los métodos anticonceptivos hormonales testados que funcionan deteniendo la producción de espermatozoides. La píldora resultó eficaz entre el 90 y el 100% de los asiáticos que la probaron, mientras que solo surtió efecto en el 60% de los hombres de raza caucásica. El porqué de la diferente respuesta según la etnia es un enigma. Natalio Cruz, del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, dice que la sensibilidad amarilla a la pastilla puede deberse a “posibles alteraciones en los genes que codifican la producción de testosterona”.
Cero espermatozoides
“Lo que sí está claro es que en el mundo hay 600 millones de parejas que usan métodos contraceptivos, y un 20% de ellas opta por el condón o por la vasecotomía”, explica Natalio Cruz. Con las cifras encima de la mesa, parece que hay un mercado potencial para desarrollar un tratamiento anticonceptivo masculino, y la OMS ha decidido aprovecharlo. A finales de este año, dará a conocer los resultados de los últimos ensayos realizados durante dos años y medio en Australia, Italia, Gran Bretaña, Alemania, Indonesia y Chile con testosterona y con un derivado sintético. En las investigaciones previas se comprobó que la concentración de espermatozoides se redujo a niveles infértiles en los varones que lo probaron. La combinación de un implante de testosterona y una inyección trimestral de progestorona es la que más opciones tiene de pasar a la historia como el primer anticonceptivo masculino, una vez que la farmacéutica alemana Shering, líder mundial en fabricación de píldoras anticonceptivas, anunció, tras fusionarse con Bayer, su decisión de tirar la toalla y no comercializar el tratamiento que investigaba desde la década de 1990. Se apuntó que podía deberse a los efectos secundarios del fármaco, ya que algunos de los participantes en los estudios clínicos sufrieron altibajos emocionales e inapetencia sexual, pero el diario Süddeutsche Zeitung apuntaba a razones “estratégicas y financieras”. Eberhad Nieschalg, director del Instituto de Medicina Reproductiva de la Clínica Universitaria de Munich, completaba la explicación: “El contenido hormonal del anticonceptivo masculino es similar al del tratamiento de la insuficiencia testicular, que se vende a precios muy elevados. Pero si se comercializa como anticonceptivo, debería ser más barato”.
La razón aducida por Shering es que la píldora no funcionaría, debido a la sensibilidad de la psique masculina. Algunos especialistas consultados por Quo ratifican esa peculiaridad de los hombres: lo de las hormonas les parece muy bien, pero si las toman ellas. “Muchos se resistirán a tomarla por miedo. Aunque están asumiendo un papel activo en la contracepción, siguen prefiriendo el condón o la vasectomía”, apunta Iñaki Lete, ex presidente de la Sociedad Española de Contracepción. Su llegada a las farmacias no será en olor de multitudes, como lo fue la de Viagra; según Lete, porque: “Las hormonas son unas sustancias mitificadas cuya imagen popular es que provocan efectos secundarios”.
En el botiquín
Iñaki Lete aboga por un cambio de mentalidad, como el que se produjo con Viagra. Al principio provocó desconfianza por las noticias que aparecían de personas que supuestamente habían muerto de un infarto tras tomar la pastilla azul, pero sus efectos reales acabaron imponiéndose.
Ahora, además de recurrir a ella las personas con disfunción eréctil, la usan otras que pretenden “estar a la altura” la segunda vez que practican sexo en una noche. El uso lúdico se ha impuesto. Viagra, Levitra y Cialis se han incorporado al botiquín de muchos hombres, y especialmente de los jóvenes, que pueden adquirirlas en las discotecas con la misma facilidad con la que tienen acceso a otros estimulantes.
El fenómeno es global, se produce desde Estados Unidos a Japón. La neuropsiquiatra Louann Brizendine, autora de El cerebro masculino, se refiere en su libro a un paciente suyo, Matt, que se le presentó en la consulta para pedirle que le recetara Viagra después de un gatillazo. Le preocupaba que volviera a pasar y quería estar seguro de que la próxima vez no le ocurriría. No se la recetó; la doctora le hizo entender que era mejor que se relajara haciendo deporte antes de practicar sexo y tuviera confianza en su chica. Brizendine explica la razón neurológica que hay detrás de su receta: “Cuando un hombre se relaja, el sistema nervioso parasimpático y las células neurosecretoras liberan oxitocina en los nervios espinales para contribuir a la erección del pene”. Si el chico se estresa, ese proceso natural queda cortocircuitado.
Sexo sin red
En el uso lúdico de estas pastillas no hay peligro de dependencia física, como con otras sustancias, pero sí psicológica. “Muchos hombres acaban creyendo que no pueden tener relaciones sin tomar alguna pastilla, la inseguridad les atrapa y son incapaces de lanzarse a una relación sexual sin esa red de seguridad”, apunta Juan Carlos Ruiz, director del Instituto Urológico Madrileño. La obsesión por la seguridad en el rendimiento sexual contrasta, sin embargo, con una relajación en el uso del preservativo.
Según la última encuesta del Instituto de la Juventud, en cinco años los jóvenes que reconocen no haber usado condón en sus tres últimas relaciones han pasado del 23 al 30%. La tendencia coincide con un aumento de las infecciones de transmisión sexual: sífilis, gonorrea, hepatitis A y el virus del papiloma humano. En la mayoría de las personas, este virus permanece latente toda la vida (lo tiene alrededor del 70% de la población), pero si produce lesiones y se reproducen, hay posibilidad de que desarrollen un cáncer. Para detectarlo en sus fases más precoces entre la población gay con VIH, la que más riesgo tiene de desarrollarlo, han puesto en marcha en el Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona un programa de cribado anal del virus. Consiste en realizar un tacto rectal, citología y anoscopia de alta resolución para visualizar la mucosa anal. Ahora es un avance, pero la ciencia puede aventurar que dentro de unos años la prueba se estudiará en los libros de historia: ya no será necesaria, porque la primavera que viene estará lista la vacuna que previene la infección y convertirá en una rareza médica el virus del papiloma humano.
[image id=»20272″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]¿Por qué siento dolor al practicar sexo?
Los hombres cada vez consultan más por un problema que creían que solo afectaba a las mujeres. A algunos se les queda la cara blanca cuando el médico les dice que sufren dispareunia. Recuperan la respiración cuando saben que es el nombre técnico de un coito difícil o doloroso, y se tranquilizan por completo cuando conocen que se debe a una inflamación o infección de la próstata, el epidídimo o la vejiga. También puede producirse a raíz de una inflamación del pene, más frecuente entre los hombres no circuncidados. Una simple pomada antibacteriana o antifúngica y una higiene adecuada solucionan el problema.
¿Por qué no eyaculo cuando llego al orgasmo?
La pregunta la hacen hombres de entre 30 y 50 años que consumen algunos medicamentos, sobre todo, antidepresivos. En realidad, sí eyaculan, pero lo hacen “marcha atrás”. El fármaco afecta a la contracción muscular del cuello de la vejiga, lo que hace que pierda fuerza para impulsar el semen por el pene hacia el exterior, y este penetre en la vejiga.
«El pene se me ha curvado y ya no tengo erecciones”
La falta de erección es consecuencia de la curvatura. La describió en 1743 François de Peyronie, del que toma el nombre, y la sufre el 1% de los hombres, sobre todo a partir de los 45 años. No hay que alarmarse, tiene tratamiento. La cirugía es 100% eficaz. Eso sí, hay que tener paciencia, porque hay que practicarla cuando el pene haya llegado al límite de su curvatura, dos años después de empezar a inclinarse.
Redacción QUO