Pues sí, aunque no lo parezca. Cuando hace calor perdemos líquido: el sudor. La superficie de la piel necesita refrigerarse continuamente, lo que incrementa el aporte sanguíneo y la transpiración –parecido a cómo se refrigera un motor–.
Este incremento del flujo a la piel provoca un importante intercambio térmico que sube mucho nuestra temperatura. En ese punto, la entrada de agua extremadamente fría da lugar a su absorción prácticamente instantánea en el tubo digestivo y a su traslado inmediato a la superficie de la piel, para la refrigeración. Es decir, apenas da tiempo a que se recupere el líquido perdido.
Pedro J. Cañones
Secretario General de la Sociedad Española de Medicina General
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Redacción QUO