La terapia contra la depresión podría tener un nuevo aliado. Un equipo de científicos de la Universidad de Toronto en Canadá ha descubierto que el bloqueo de un par de receptores cerebrales de la dopamina, un neurotransmisor implicado en la enfermedad, podría servir como diana farmacológica para combatir la depresión. Así lo señalan en un artículo publicado en la revista Nature Medicine.

La comunidad científica sabe que las personas con depresión tienen afectada la dopamina. Las células del cerebro sensibilizan a la dopamina a través de cinco diferentes receptores moleculares, D1-D5, y los receptores pueden causar diferentes cambios moleculares en las células del cerebro cuando se activan. Estos neurotransmisores normalmente trabajan solos, pero las investigaciones recientes han encontrado que la combinación de los receptores de la dopamina puede vincular y producir señales diferentes de las de los receptores individuales.

Los investigadores de Toronto, dirigidos por Fang Liu, muestran que la interacción directa entre dos tipos diferentes de receptores de dopamina, D1 y D2, está presente en niveles más altos en las regiones del cerebro implicadas en la recompensa de los pacientes deprimidos, en comparación con los de personas sanas.

El equipo de Liu creó entonces una molécula, en concreto un péptido, que rompe el tándem D1-D2 y lo inyectaron en cerebros de ratones, que salieron mejor parados en dos pruebas de uso común para medir los síntomas depresivos en ratones, en comparación con los roedores que no recibieron el péptido.

Los investigadores reconocen que no está claro cómo la pareja D1-D2 podría promover la depresión, pero Liu asegura que el tándem parece influir en otra proteína, el BDNF, que está vinculado a ella. Dada la gran necesidad de nuevos antidepresivos – por lo menos un tercio de los pacientes no responden a los medicamentos – este científico piensa que vale la pena ahondar en estas sustancias que bloquean los receptores de dopamina. De hecho, su equipo está trabajando en la mejora de su péptido, así como la búsqueda de moléculas pequeñas que rompen con el receptor de la dopamina y que no tendrían que ser inyectadas en el cerebro.

Redacción QUO