Desde que el oro dio el salto de los talleres de los joyeros a las cocinas, lo de comer oro ya no nos suena a chino. Ahora, además de servir de ingrediente para algunos platos, entre otras aplicaciones, puede ayudar a curarnos. La industria famarcéutica lo está empezando a utilizar para elaborar medicamentos. Se ha demostrado que cantidades mínimas de este metal sirven para transformar componentes extraídos de la naturaleza en moléculas artificiales, que sirven de base para el desarrollo de fármacos. Igual que ocurre con otros metales como el paladio, el oro permite hacer transformaciones complejas en tiempos muy cortos, en condiciones ambientales y reciclando los átomos que no se utilizan.

El grupo que dirige Antonio Echavarren, del Instituto Catalán de Investigación Química, ha utilizado oro para sintetizar la englerina A, una molécula de la que se ha demostrado su efectividad antitumoral in vitro. En Zaragoza, el grupo de investigación Química del Oro y Plata, trabaja en otras aplicaciones del metal contra el cáncer, para luchar contra las bacterias o contra el sida. Según Concepción Gimero, miembro de esto grupo de científicos, el oro actúa como multiplicador de los efectos de la moléculas anti VIH. Otras investigaciones ya tienen aplicación clínica. Aunque la utilización del oro como catalizador está todavía en sus comienzos, ya se usa en el tratamiento de la artritis reumatoide.

Redacción QUO