Su puesta en escena no tiene nada que envidiar a la de los Oscar. Brillante, expresivo pero sin excesos, y con un dominio perfecto del escenario, el inmunólogo colombiano Manuel Elkin Patarroyo, anuncia el próximo objetivo científico de su equipo: una vacuna contra la tuberculosis y otra contra el Plasmodium vivax, el mosquito que transmite la malaria. Y en cartera, otras posibles contra el dengue y la leismaniosis.

Sus proyectos se multiplican desde que publicara en Chemical Rewiew los principios inmunológicos con los que hipotéticamente podrían elaborarse vacunas sintéticas, por primera vez a partir de átomos del microbio. “Es un método universal, una nueva y poderosa herramienta para estudiar cualquier vacuna sintética”, asegura Patarroyo. Dice que la receptividad de sus colegas científicos ha sido tan buena que varias instituciones se han puesto en contacto con él para ofrecerse a colaborar. Falta que los proyectos se concreten.

El plan al que ha dedicado toda su vida, conseguir una vacuna contra la malaria, en cambio, casi es una realidad. Tiene incluso fecha: 2016. En junio del año que viene empezará los ensayos clínicos en humanos después de que la vacuna sintética haya demostrado una eficacia superior al 90% en monos. “Y hablamos de protección total, es decir, de ausencia absoluta de parásitos en sangre”, puntualiza “sin afán de crítica” con respecto a las desarrolladas por otros científicos que consideran que las suyas tienen “protección total cuando 1 de cada 2.000 glóbulos rojos están infectados”.

La vacuna será subcutánea y su precio ridículo, unos 12 céntimos de euro por dosis. Lo que tiene claro es que “ha de llegar a la humanidad al mínimo coste”, por ello cedió los derechos de explotación a la OMS y rechazó la tentadora oferta de 74 millones de euros que le pagaban por la patente. No especifica quién ni si tiene que ver con el fabricante de otra vacuna “de eficacia limitada”, según Lancet, la biblia de las revistas médicas.

Redacción QUO