El tabaco pasa por el cuerpo como un ciclón, arrasando todo lo que pilla, desde la piel hasta las arterias o los pulmones. Lo que no sabíamos es que, además, puede provocar pérdidas auditivas entre las personas que sufren el tabaquismo pasivo. Los efectos ya se notan en la adolescencia, según un estudio del NYU Langone Medical Center en Nueva York. Los investigadores han chequeado la salud de 1.533 jóvenes de 12 a 19 años, unos de ambientes libres de humo y otros sufridores del tabaquismo pasivo, y se han encontrado con que los últimos tenían tasas más altas de pérdida de audición de alta y baja frecuencia. La mayor pérdida se registraba entre los adolescentes con niveles en sangre altos de cotinina, un derivado de la nicotina.
Si el adolescente ha vivido durante la infancia expuesto al humo del tabaco, a la propensión a la sordera, acumula boletos para sufrir también infecciones respiratorias y otitis. Los problemas de adición en la adolescencia pueden tener consecuencias también en el desarrollo, lo que, según los autores, «puede acarrear importantes implicaciones para la salud pública».
Redacción QUO