La tendencia es estar guapos ¡y estarlo ya! Según el cirujano Miguel Martín, de la Clínica Menorca de Madrid: “La gente reclama una mejora rápida en su imagen, que no les haga pasar por el quirófano ni perder un día de trabajo”. Pero ese camino que han emprendido las sociedades occidentales a muchos les parece una vía sin salida. El psicólogo y sociólogo Fernando Cembranos cree que la cirugía invisible es la última expresión “de sociedades con falta de autoestima, que viven la belleza como una carencia”.
A lo largo de la historia, las intervenciones plásticas han estado ligadas a la salud (se operaba la nariz para corregir la desviación del tabique nasal y respirar mejor), pero ahora se ha entrado en una dinámica “con una visión de la belleza enana, que no entiende que la percepción estética propia del ser humano va ligada a las emociones, y esas, salvo en casos extremos, no se corrigen con pinchazos”, añade Cembranos.

Llegan las arrugas
Sin embargo, los cirujanos consideran que la nueva estética ha reducido la cirugía a su esencia: recuperar la belleza sin dejar rastro. La nueva técnica se llama bioplastia, y consiste en infiltrar en las capas superficiales de la piel, con microcánulas de 0,5 milímetros, distintos materiales orgánicos que pueden ser permanentes o reabsorbibles.
El rey de todos ellos es uno de nombre difícil de pronunciar: ácido hialurónico. Presente en el organismo de forma natural, estimula la formación de colágeno, y además es una especie de “embalse” de la piel. Se encarga de absorber grandes cantidades de agua (un gramo puede conservar hasta tres litros) y retenerla en la dermis, para proporcionarle volumen y tersura. Pero igual que en los embalses, la reserva de ácido hialurónico disminuye poco a poco, y la falta de hidratación natural que acarrea hace que aparezcan las arrugas.

Redacción QUO