Ha sido toda una sorpresa para la comunidad científica. ¿Puede ser que a pesar de tener una salud de hierro, nuestro organismo sea todo un paraíso para colonias de células mutantes? Parece que sí, tal y como lo afirma el oncólogo e investigador en cáncer Phil Jones, del Wellcome Sanger Institute de Reino Unido: «Hemos descubierto que cuando llegamos a una mediana edad, podemos tener incluso más células mutantes que normales».
Para dar con esta conclusión, Jones y su equipo usaron técnicas de secuenciación del genoma para mapear grupos de células mutantes en donantes de tejido esofágico de 9 personas fallecidas entre los 20 y 75 años. Ninguno de ellos había sufrido con anterioridad ninguna enfermedad crónica o problemas esofágicos, por lo que se consideraron muestras sanas para su estudio. Pero los investigadores descubrieron que «sano» no significa «libre de colonias de células mutantes».
Este estudio se ha hecho a propósito de otro que tuvo lugar en 2015, cuando otro investigador descubrió que células sanas de la piel de los párpados albergaban mutaciones somáticas (una en al menos un 25% de ellas). Estas aparecen a través de la división celular a medida que envejecemos y no se transmiten a descendientes, pero en algunos casos pueden derivar en cáncer. ¿Podía ocurrir lo mismo en tejidos internos del organismo? Al parecer, sí.
Aquí podemos ver una representación de cómo el paso de los años en los diferentes tejidos hace que los más jóvenes tengan menos células mutantes que los de mayor edad. Se trata de uno de los investigadores, el español Iñigo Marticorena.
Hay que tener en cuenta que estas mutaciones no tienen por qué ser malignas, pero la sola presencia de las mismas no hace sino plantearnos cómo pueden desarrollarse los cánceres a medida que envejecemos. Es un pequeño paso para conocer la forma en la que evolucionan dentro del cuerpo y de qué manera pueden transformarse en cáncer. Podéis tener acceso al estudio en Science.
Fuente: ScienceAlert