Hasta ahora, se pensaba que muchos rasgos específicos de los humanos se habían desarrollado en el género Homo exclusivamente en África. Sus alargadas piernas, el gran tamaño de su cerebro, su capacidad para manejar herramientas o su dieta carnívora eran rasgos evolutivos que se explicaban como una respuesta a la aridez extrema africana.

Sin embargo, los recientes hallazgos climáticos, medioambientales y arqueológicos apuntan en otra dirección. Un estudio dirigido por la antropóloga Susan C. Antón y publicado en la revista Science asegura que la transición entre el Australopithecus y el Homo fue más larga y compleja de lo que se creía.

Por un lado, cinco calaveras descubiertas en Dmanisi (Georgia) muestran algunos rasgos comunes con especies de Homo africanas. Por otra parte, algunos esqueletos de Australophitecus descubiertos en Sudáfrica muestran atributos en los dientes y las manos que son comunes a las de los Homo.

Estos dos hallazgos revelan que los rasgos humanos evolucionaron por separado y no en “un mismo paquete” como originalmente se creía. Hace entre 2,5 y 1,5 millones de años, explica el estudio, tres linajes de las primeras especies Homo evolucionaron en un contexto de hábitats inestables y fragmentación estacional, intergeneracional y evolutiva en distintos periodos.

Lo que explica la supervivencia de los Homo, asegura el paleontólogo Richard Potts, es “su capacidad de adaptarse a los continuos cambios medioambientales, más que a la adaptación a un único entorno”.

Redacción QUO