Bajo la premisa de que la naturaleza es sabia, es difícil creer que haya algo de nuestro cuerpo que no sea útil. Pero ¿cuáles son los órganos menos indispensables? Algunos expertos aseguran que lo son aquellos que tenemos por duplicado. “Todos los órganos son necesarios, aunque hay algunos sin los que podemos seguir viviendo: sin un riñón, sin parte del hígado o parte del pulmón. Pero nuestra calidad de vida se resiente porque el que nos queda tiene que trabajar el doble. De hecho, cuando nos quitan un riñón, el otro se hipertrofia, es decir, crece para poder afrontar todo el trabajo que se le viene encima”, asegura Ana González Duque, médica de profesión y autora del blog Dra. Jomeini.

Órganos en peligro de extinción

Otros fisiólogos, la mayoría, aseguran que tenemos una serie de órganos a los que la evolución les ha despojado de funciones. Son los conocidos como vestigiales, desde que Robert Wiedersheim acuñó este término en 1893 al publicar una lista con 86 de estos órganos, rebatida en muchos casos por la comunidad científica. El primero del listado, sobre cuya inutilidad hay bastante consenso, es el apéndice. Su función era digerir la celulosa de los vegetales que comían nuestros ancestros hervíboros, pero ahora solo nos enteramos de que existe cuando provoca un dolor que acaba con su extirpación. Igual sucede con las muelas del juicio –cordales o terceros molares–. Nuestros antepasados las usaban para comer huesos y carne cruda, pero al refinar nuestra dieta no tienen función real. Y tampoco tiene mucho sentido conservar la plica semilunaris, un vestigio de tercer párpado que tenemos junto al lagrimal y que, según los expertos, utilizábamos para lubricar y limpiar el ojo.

También se considera inservible el pezón masculino. Según Andrew Simon, biólogo evolutivo de la Universidad de Carleton de O

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Durante mucho tiempo, las amígdalas se han considerado inservibles, y en cuanto había inflamaciones recurrentes, se extirpaban. Ahora sabemos que son la primera barrera ante las infecciones de garganta.

ttawa (Canadá), su existencia se debe a que todos los fetos humanos comparten la misma impronta genética básica. Así, este rasgo que tiene su utilidad para las mujeres se conserva también en los varones y, mientras la selección natural no decida lo contrario, ahí seguirá estando.

Otros órganos vestigiales son: el órgano vomeronasal (que funciona en los animales para detectar las feromonas); el tubérculo de Darwin (una protuberancia en la parte superior del pabellón auditivo que también tienen los monos) y el coxis humano, como un “recuerdo” de cuando teníamos cola (de hecho aún hay algunos casos en los que se desarrolla). Aunque sobre este último no se puede decir que exactamente inútil. Tiene varias funciones importantes, como soportar parte de nuestro peso cuando estamos sentados y como anclaje para varios músculos, tendones y ligamentos. Si no, que le pregunten a quien se lo ha roto alguna vez si sirve o no para algo.

Además, cuando el hombre habitaba en las grandes estepas y rodeado de peligros, el pelo y sus músculos erectores tenían una función protectora. Sin embargo ahora, con las circunstancias de confort y sin depredadores a la vista, ya no sirven para nada. Aunque hay quien alega que este fenómeno, el de poner los pelos de punta, se ha reconvertido en una reacción emocional.

Y es que hay una corriente liderada por el biólogo de la Universidad de Viena (Austria) Gerd Müller que defiende que muchas de estas partes u órganos consideradas inservibles por Wiedersheim en su famoso listado, aunque hayan perdido su función primigenia, pueden desarrollar otras nuevas.

De hecho, según algunas investigaciones recientes, el propio apéndice, que parecía totalmente inservible, quizá haya adquirido algunas funciones inmunológicas durante los primeros años de nuestra vida.

Redacción QUO