Aunque podemos presumir de tener unos huesos fuertes, nuestras piezas óseas están formadas de un tejido vivo que se modifica constínuamente. Cuando nacemos, tenemos más de 350 huesos, pero con el tiempo, según nos hacemos mayores, algunos de ellos se fusionan con otros, especialmente en la columna vertebral y en el cráneo. De esta forma, al final de nuestra vida adulta, nuestro esqueleto ha quedado reducido a poco más de 200 piezas óseas.

Hay que tener en cuenta, que los bebés nacen con algunos huesos extra para facilitar su salida del vientre materno en el momento del parto. Por eso, cuando tocamos la cabeza a un bebé, notamos un tacto más blando en algunas zonas -conocidas estas por ‘fontanelas‘-, ya que los huesos de su cráneo están unidos por tejido cartilaginoso que posteriormente se osificará para la formación del cráneo adulto.

Redacción QUO