Cuando tomamos el sol, ¿no sería lógico que el pelo también se bronceara? Al fin y al cabo, contiene el mismo pigmento que protege las células de la piel del efecto dañino de la radiación ultravioleta, la melanina. Pero existen dos factores que explican la razón por la que esto no sucede.
Primero, que la melanina no neutraliza el peligro ultravioleta sin pagar un precio: la exposición prolongada degrada las moléculas del pigmento, que acaban perdiendo su eficacia. Segundo, que el pelo es un tejido muerto, compuesto por lípidos, agua, pigmentos y proteínas estructurales, y solo produce melanina en el cabello nuevo –lo que también explica el efecto visual de las mechas californianas–.
La piel, por el contrario, es un tejido mucho más sofisticado. Cuando la luz solar incide en ella, el cuerpo moviliza una hormona que pone en marcha el proceso para producir más melanina. Poco a poco, la producción de pigmento se concentra en la capa exterior de la piel, y los concursos de bronceado pueden comenzar.