Con la polémica de los antivacunas encima de la mesa y sus teorías sobre una hipotética relación entre el autismo y las vacunas para evitar el sarampión, las paperas o la rubeola (la triple vírica), un macroestudio sobre el tema ha querido echar por tierra una vez más todas sus ideas. Se trata del primero de este tipo que abarca una cantidad tan alta de casos, por lo que las conclusiones del mismo se han tomado como de peso dentro de la comunidad científica.

La investigación ha sido publicada en el Journal Annals of Internal Medicine y es considerada la más grande hasta la fecha. En ella, se han tenido en cuenta más de 657.000 casos de bebés nacidos en Dinamarca entre 1999 y 2010, incluyendo además otros 6.500 que fueron diagnosticados con un Trastorno del Espectro Autista (una afección del desarrollo neurológico que afecta a la capacidad de una persona para comunicarse, interactuar y relacionarse con otros en situaciones cotidianas). La principal conclusión es que no existe relación alguna entre las vacunas y la posibilidad de desarrollar la enfermedad. Según el líder del estudio, el investigador del departamento de Investigación Epidemiológica del Statens Serum Institut de Copenhague, Anders Hviid, «los padres no deberían elegir no proporcionar a sus bebés esta vacuna. Existe una base científica muy fuerte que lo respalda».

Doctor giving injection to baby boy (2-5 months)

Science Photo Library – IAN HOOTON.Getty Images

Pero, ¿de dónde viene este miedo? La revista británica The Lancet tuvo que retractarse por un estudio fraudulento sobre el tema que publicó en 1998 donde aseguraba que existía esta relación. Se descubrió que había un conflicto de intereses y que quien lo escribió lo hizo con el único interés de sacar un beneficio económico. Pero la «bomba» había surtido efecto e hizo que muchos padres se cuestionaran si la vacuna era peligrosa o no. Desde entonces, han sido numerosos los estudios que han corroborado que no existe relación. Entre ellos, uno publicado en 2002 en The New England Journal of Medicine (en el que también participó Hviid) y que estudió a más de 537.000 niños nacidos en Dinamarca entre 1991 y 1998. Como seguían existiendo dudas sobre la probabilidad del riesgo al que se enfrentaban estos niños, se ha realizado este segundo macroestudio que vuelve a dar los mismos resultados y con el que se reafirman las conclusiones del primero que publicaron hace 17 años.

¿Qué novedades incluye este estudio?

En lugar de solo quedarse con la imagen general, han querido centrarse más a fondo en los detalles. Querían saber hasta qué punto el riesgo podría ser mayor según diferentes grupos: chicos, chicas, jóvenes que desarrollan autismo cuando son mayores o niños cuyos hermanos han padecido el trastorno (como tiene un componente genético, la probabilidad puede ser mayor). También se fijaron en las fechas de nacimiento, los años en los que recibieron las vacunas y en qué centro. En ningún caso se notó relación estrecha alguna.

Little girl looking at plaster where she has had an injection

Image SourceGetty Images

¿Qué factores incrementan el riesgo de autismo?

A pesar de que no están claros los mecanismos biológicos de su desarrollo, el estudio encontró valores importantes sobre quienes padecían TEA. Entre ellos, ser varón, niños más jóvenes (nacidos entre 2008 y 2010), quienes no habían recibido vacunas anteriormente, y como hemos comentado, quienes tienen hermanos que ya presentaban este trastorno. Otros factores de riesgo supone haber nacido con poco peso, tener padres mayores, nacimiento prematuro o que la madre hubiera fumado durante el embarazo.

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Fuente: Live Science


Alberto Pascual García