El Museo The Walters de Baltimore (EEUU) ha retirado los carteles de “prohibido tocar” de su exposición El tacto y el goce de la escultura, abierta hasta el próximo 15 de abril. Es su lugar, invita a los visitantes a pasar sus dedos por obras de arte, como una figurilla renacentista de Venus. Aunque la cosa tiene cierto truco: se trata de réplicas expuestas junto a los originales.
La iniciativa forma parte de una colaboración entre el museo y el Instituto Johns Hopkins de Ciencia Cerebral y pretende investigar la relación entre el tacto y el placer estético. Para ello, se han establecido seis puntos de experimentación. En tres de ellos se exponen objetos sencillos, como bandejas con distinto grado de aspereza o figuras simétricas y asimétricas de diversos tamaños. En los otros tres hay copias de estatuas renacentistas modificadas matemáticamente para obtener efectos determinados. La labor de los visitantes consiste en sostener y explorar con sus manos cada uno de los objetos y asignarles una calificación del 1 al 10, según lo placenteros que les resulten. Esa calificación se envía por iPad a un servidor y, gracias a un sistema elaborado en el mencionado instituto, los resultados aparecen inmediatamente en un monitor de 50” situado en la exposición.
Los datos obtenidos se utilizarán en dos investigaciones distintas. Por un lado, ayudarán a Joaneath Spicer, encargada de arte renacentista y barroco en el museo, a valorar la importancia del tacto en el arte del s. XVI y , en especial, la tendencia a coleccionar y encargar estatuillas y objetos de lujo especialmente agradables al tacto y la manipulación, como los primeros relojes de pulsera o incluso pistolas.
Por otra parte, completarán los resultados de otros experimentos que el neurocientífico Steven Hsiao, investigador del Instituto de Ciencia Cerebral John Hopkins, está llevando a cabo en su laboratorio. “El asunto de fondo que intentamos comprender es cómo decide el cerebro si percibimos un objeto determinado como agradable ¿qué mecanismos neurológicos participan en ello? ¿en qué parte del cerebro se procesa y se representa esa forma de gozo?” nos explica. Para ello se han preguntado si el tacto cuenta con un componente estético relacionado con el arte. Los resultados obtenidos hasta ahora así lo indican y, según Hsiao “además respaldan la idea de que la textura juega un papel importantísimo en el placer táctil. Por ejemplo, estamos explorando el hecho de que la aspereza resulte inversamente proporcional al placer”.
Habrá que poner manos a las obras para comprobarlo. Siempre que nos lo permitan, claro.
Pilar Gil Villar