En 2009, una sorprendente investigación saltaba a primera plana de las secciones de ciencia de los diarios españoles: “El ‘ébola europeo’ vive en Asturias”. Aunque algo alarmante, enseguida los autores de este estudio aseguraban que se trataba del primer virus de la familia del ébola que se detectaba en Europa, y que creían que era inofensivo para el ser humano.
“En nuestra investigación sobre búsqueda de filovirus en poblaciones de murciélagos en España detectamos genoma de un virus de la familia del ébola, del que no hay indicios de ser patógeno para nuestra especie. Sin embargo, es necesario aislarlo y realizar ensayos de patogenicidad, para mostrar su contagio en primates.
Actualmente, las investigaciones sobre este filovirus, conocido como lloviu, están centradas en intentar obtener virus infectivo a partir de los tejidos de murciélago donde se detectó su genoma completo, en detectar anticuerpos frente al mismo en sueros de manipuladores de murciélagos y en identificar los tipos de receptores celulares que permiten la entrada del virus en la célula hospedadora”, me cuenta Ana Isabel Negredo, investigadora del Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III, quien formó parte del equipo que realizó el hallazgo.
Hasta el momento, las cuatro versiones mortales del ébola se han dado únicamente en África, y fuera de ese continente se conocen solo otras dos, que parecen ser inocuas para el ser humano: la descubierta en España y otra en Filipinas. “Se trata también de un ebolavirus que parece no ser patógeno en humanos, aunque sí haya mostrado esta capacidad en monos”, sigue Negredo.
Este descubrimiento, según sus autores, era importante porque reforzaba la conexión con los murciélagos, de los que ya se sospechaba que son los mayores portadores de este virus. “Transmiten muchas enfermedades. De hecho, también fueron la fuente del coronavirus MERS que apareció en Oriente Medio hace unos meses. En ese caso, se cree que el contagio se dio a través de unas heces de ejemplares infectados que cayeron en una granja de cerdos”, asegura Fernando Usera, responsable de Bioseguridad del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC.
Por su parte, Negredo aclara: “El ciclo biológico de los filoviorus todavía es poco conocido. Se sabe que circulan en animales y causan fiebre hemorrágica en primates no humanos, pero pese al esfuerzo enorme que se ha realizado en buscar al ser vivo que actúa cono reservorio del virus en la naturaleza, hasta hoy los únicos indicios existentes son los que apuntan a los murciélagos como transmisores en África”.
Pero en los escasos brotes de enfermedad por filovirus en que ha podido detectarse el caso originario, se han detectado también factores de riesgo para adquirir la infección: cohabitar en espacios cerrados con poblaciones de murciélagos de gran cantidad de individuos, así como el haber establecido contacto físico con cadáveres de animales infectados, principalmente monos y antílopes. Y ya se han descrito posibles cadenas de transmisión que implican la caza de murciélagos con fines de alimentación en este proceso.
Pero, ¿cómo combatirlo? Precisamente, nuestro país se encuentra entre los que forman el epicentro de una de las líneas de investigación más revolucionarias que se están desarrollando contra esta enfermedad: usar la nanotecnología contra el ébola.
Básicamente, la estrategia consiste en utilizar un virus sintético creado gracias a la nanotecnología y recubierto por los mismos componentes (unos azúcares) que tiene en su superficie el ébola, para “engañar” al real e impedir que entre en contacto con el receptor y desencadene la infección. Esto es lo que ha conseguido un equipo del Departamento de Microbiología del 12 de Octubre y el CSIC de Sevilla, en colaboración con la Universidad de Oxford.
“Estudiando el virus del Ébola y el VIH, que son muy diferentes, descubrimos que comparten propiedades biológicas. Una de ellas es que utilizan el receptor DC-SING (una molécula que recubre las células dendríticas) para entrar en estas células, infectarlas y diseminarse posteriormente por todo el organismo”, explica Rafael Delgado, médico y director de este estudio.
En el futuro, este trabajó permitirá combatir infecciones de ébola, por ejemplo, formando parte de los componentes de microbicidas en geles vaginales, que eviten la entrada del virus por vía venérea. “Aunque para que una investigación como esta salga del laboratorio y dé lugar a un medicamento que se fabrique a gran escala pueden pasar hasta 10 años, así que hasta entonces como pronto no podrá llevarse a África”, asegura Usera.
Redacción QUO