Nada de pinchazos. Por fuera, al menos. Mejor tragarse los medicamentos en una píldora cubierta de agujas que los inyecten en el aparato digestivo, allí donde no hay receptores del dolor, para no enterarnos de que nos están picoteando.

Así lo plantea un equipo del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT), en colaboración con el Hospital General del mismo estado. En el Journal of Pharmaceutical Sciences presentan un prototipo de píldora de acero inoxidable con un depósito para el medicamento y un cuerpo de microagujas por las que se inocula. El conjunto está recubierto por una protección que se desintegra al contacto con los ácidos gástricos e intestinales.

Está indicada para las sustancias que ahora no pueden administrarse por vía oral, porque esos ácidos las degradarían antes de que el cuerpo pueda absorberlas. Es el caso de la insulina o muchos medicamentos llamados biológicos, como las vacunas o los anticuerpos.

El prototipo, de 2 cm de largo y 1 cm de diámetro se ha probado para inocular insulina a cerdos. En este caso, se introdujo la cápsula directamente en el estómago y se observó su trayectoria con rayos X. Mientras recorría el aparato digestivo durante más de una semana, fue inyectando la insulina en el estómago, el colon y el instestino delgado. Como resultado, la glucosa descendió más que con las inyecciones subcutáneas tradicionales, lo que hace pensar a los investigadores que esta forma de administración puede llevar a dosis más eficientes.

Los siguientes pasos en la investigación estarán dirigidos a conseguir que sean los propios movimientos peristálticos del intestino los que impulsen la descarga del depósito, y a elaborar una píldora de plástico y azúcar que pueda ser absorbidas por el tejido intestinal y liberen desde allí su carga curativa.

Pilar Gil Villar