La noticia del contagio de una de las enfermeras que atendían al misionero García Viejo (ya fallecido) en el Hospital Carlos III de Madrid, ha situado al virus del ébola en el primer plano de la actualidad de nuestro país.
Los científicos llevan años analizando cómo es la dinámica de expansión de una epidemia, y la experiencia previa en este tipo de sucesos determina que hay una serie de patrones comunes.
La Fase 1 de toda pandemia comienza cuando se detecta al llamado «paciente cero». En el caso que nos ocupa, y por seguir con el ejemplo de lo que está sucediendo en España, dicho paciente sería García Viejo, el segundo de los religiosos que fueron repatriados de África tras haber contraído la enfermedad.
En esa fase inicial se impone el aislamiento del enfermo y la adopción de todo un protocolo de seguridad que minimice el riesgo de contagio entre las personas que obligatoriamente tienen que estar en contacto con el enfermo.
Pero en este caso algo ha salido mal. Aún se desconoce cómo se ha producido, pero los análisis realizados demuestran que una de las auxiliares sanitarias que trataban al misionero, se ha contagiado por el virus. La mujer solo había entrado dos veces en la habitación del paciente, y en ambas ocasiones llevaba el traje protector.
El caso de esta enfermera nos situaría por tanto en la Fase 2, que se inicia cuando alguien cercano al paciente cero se contagia.
Ahora todas las medidas van encaminadas a evitar que se llegue a la Fase 3, que se produce cuando el virus, a través del segundo paciente, expande su radio de acción.
El mayor peligro reside en que la paciente se fue de vacaciones el pasado 26 de septiembre, justo un día después de la muerte del misionero enfermo. Afortunadamente, según los expertos, el virus solo puede transmitirse a partir de que la persona contagiada manifieste los primeros síntomas, y parece ser que esta mujer, al sentirse mal, se puso ella misma en una especie de cuarentena doméstica durante varios días hasta que la gravedad de los síntomas la hizo desplazarse al hospital, para minimizar el peligro de nuevos contagios. De hecho, las pruebas realizadas hasta el momento a su marido han dado un resultado negativo.
Pese a ello, el esposo de la enferma permanece en aislamiento a la espera de nuevas pruebas, y ya se ha anunciado que también se realizarán test a otras personas de su ámbito cercano que hayan estado en contacto con ella.
La Fase 3 es, por tanto, crucial de cara a evitar que el virus se globalice y se expanda sin control. El mayor riesgo es que es imposible controlar a todas las personas que hayan estado en un contacto más o menos directo con la enferma. Por ese motivo, solo si en las próximas semanas (recordemos que el ébola tiene un período de incubación que va de los dos a los veintiún días) se descubren nuevos casos de contagio, tendremos entonces datos para hablar de una posible epidemia.
Redacción QUO