El gran dilema es discernir con rigor dónde acaba la rebeldía y dónde empezaría la enfermedad. Si no, veamos el siguiente testimonio: “Es maleducado, no hace caso. Prefiere enredar a estudiar. No se muerde la lengua y tiraniza a sus padres y al resto de adultos”. Palabras como estas salen cada día de la boca de muchos padres con hijos mentalmente sanos, pero desobedientes. Son también las quejas que publican en sus blogs los padres con niños diagnosticados con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). El testimonio podríahaber sido tomado, por tanto, igual de un blog para padres que de la consulta de un psiquiatra. Lo curioso es quese trata de un pequeño fragmento de Sócrates acerca de los jóvenes, y tiene más de 2.400 años. Entonces no existía, ni por asomo, la susodicha enfermedad, pero el filósofo observaba ya en fecha tan temprana ese mismo desvelo cuando la adolescencia llega marcada por falta de control de los impulsos, rebeldía, inmadurez y comportamiento complejo, muchas veces antisocial.
España es el segundo país del mundo con más casos de TDAH. Pero ¿Y si la enfermedad realmente no existiese?
Pasan igual que un torbellino
En España, en un 7% de los niños y adolescentes esa inquietud, impulsividad o excitación se hace insoportable para padres y profesores. Yenseguida se le pone el rótulo: TDAH. A los niños, y en ocasiones también a los padres. Marta, María y Bárbara, quien preside una asociación en la localidad madrileña de Alcobendas, tienen claro que lo que ocurre en sus hogares no tiene nada que ver con la falta de autoridad o de límites paternos, ni cabe esperar que haya un final para este trastorno. Antes al contrario: más del 40% lo arrastra a la edad adulta, y sin tratar, el TDAH se puede convertir en conductas de riesgo y agresividad.
Esto último lo advierte el psiquiatra del Hospital Vall d’Hebron Josep A. Ramos Quiroga, uno de los investigadores que participa, junto a científicos de otros diez países, en un macroproyecto para descifrar la biología de la enfermedad y avanzar en el conocimiento de los factores de riesgo implicados. “Los resultados podrían ayudarnos en el diagnóstico y en el tratamiento más individualizado del TDAH”, dice.
Casos como el de la familia de Marta los toma Ramos Quiroga como patrón para indagar en las bases genéticas y hereditarias del TDAH. “Hasta ahora, el proceso para entender la biología de estos trastornos ha sido lento y tampoco hemos tenido suficientes opciones terapéuticas. Investigaciones anteriores han encontrado ciertas evidencias de genes de riesgo que parecen alterar el circuito de la dopamina y otros neurotransmisores implicados, pero de momento no se ha conseguido mejorar demasiado el diagnóstico ni la calidad de vida de los pacientes”.
“El trabajo del profesional no es poner al niño en la correa química”, cuenta una madre en su blog
Ramos Quiroga forma parte de un equipo de psiquiatras responsables de actualizar los criterios diagnósticos y las pautas nuevas del TDAH siguiendo tres líneas de investigación: clínica, genética-bioquímica y de neuroimagen. “Por lo que hasta ahora sabemos”, dice, “es un trastorno que se inicia en la infancia, hacia los 6 años, y se recrudece a lo largo de la adolescencia. En muchos casos persiste hasta la edad adulta”. En medio de tanto afán por dar con la verdad de esta enfermedad, otros expertos, como Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, no confían en que este tipo de investigaciones tenga demasiado recorrido.
Avería en el sistema sanitario
A la espera de mayor saber científico, se han apresurado las voces que claman en contra del TDAH y la patologización de problemas normales de la adolescencia; y más desde que Leon Eisenberg, una de las personas con mayor autoridad en esto, lo calificase como “un excelente ejemplo de trastorno inventado”.
Falla, en primer lugar, el diagnóstico. Faltan parámetros que permitan precisión y no apreciaciones subjetivas de los padres acerca de su comportamiento. “No todos los niños con problemas de conducta son un TDAH, sino que a veces son simples malos comportamientos, muy frecuentes hoy en día por la falta de una disciplina consistente en muchos hogares”, indica Cano Vindel.
La profesora de Psicología en la Universidad de Sevilla Inmaculada Moreno corrobora, tres años después de su publicación, el resultado de un estudio que realizó en 2012 en esta Universidad: el 40% de los casos son falsos diagnósticos. “Habría que afinar muchísimo más las técnicas que llevan a etiquetar con TDAH. Un juicio inadecuado por impulsividad o comportamientos inadecuados puede llevar a solapar otros trastornos. A veces simplemente son niños que necesitan una ayuda terapéutica para superar sus conflictos. Pero nunca deberían crecer creyéndose enfermos”.
Según Cano Vindel, la última versión, en 2013, del Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM) que usa la psiquiatría estadounidense ha añadido problemas de definición para el correcto diagnóstico, por lo que ha contribuido a que a menudo se inflen en consulta las cifras de los posibles afectados.
El catedrático de la Universidad de Oviedo Marino Pérez Álvarez carga, sin embargo, contra la industria farmacéutica: “España es uno de los países del mundo con más diagnósticos de TDAH, después de EEUU.En este país el gasto en fármacos para el TDAH supera los 10.000 millones de dólares anuales. Más que a un fallo en la educación o en la autoridad de los padres, se debe sobre todo al lobby farmacéutico, que logró influir primero en el Parlamento Europeo a través del Libro Blanco sobre el TDAH y después en España mediante el Plan de Acción en TDAH, conocido como PANDAH, que consiguió su inclusión en la Ley de Educación (LOMCE) como necesidad especial. Como si los lobos se encargaran de velar por las ovejas. El lobby farmacéutico es un lobo para el niño”.
Pérez va más allá: “El TDAH no existe. La medicación no es un tratamiento, sino un dopaje”. Su pronóstico para España es un mayor crecimiento del diagnóstico y la medicación. Así ocurrió en la provincia de Quebec cuando en 1997 se declaró el TDAH como una necesidad especial.
¿Por qué en Francia y otros países de Europa el diagnóstico es más bajo que en España? Según el catedrático ovetense, esto se debe a varias razones: “Una es que utilizan un sistema diagnóstico más restrictivo. Otra es que su cultura psicoanalítica previene la medicalización. Puede que también los problemas de los niños estén más asumidos en el ámbito familiar. Y la influencia de la industria quizá sea menor, como también en Italia, por el momento”.
Desde el círculo más escéptico tampoco se entiende ese interés por encontrar bases genéticas y neurobiológicas al problema. “No hay ninguna evidencia establecida en tal sentido”, justifica. “Uno de los estudios más mencionados (publicado en The Lancet) muestra que el 86% de los niños no tiene las marcas genéticas que se suelen asociar al TDAH. En todo caso, se trataría de variantes enteramente inespecíficas, porque se asocian también a la aventura, la exploración y la creatividad. Sin embargo, lo que llega a los medios es esa asociación mínima e inespecífica como si fuera el gen del TDAH, otras veces presentado como el gen de la aventura o el de la infidelidad”.
Este interés por encontrar marcas biológicas estaría al servicio de presentar el TDAH como una enfermedad y así justificar su medicación. “El TDAH es en realidad una etiqueta desafortunada que describe ciertos comportamientos de los niños. Ahora bien, que sea un problema en contextos y tareas educativas para nada quiere decir que sea una enfermedad a medicar. La medicación, aunque parece beneficiosa de entrada, no está corrigiendo ninguna anomalía, ni tampoco está ayudando al niño. Cuando ven que está mejor, el niño lo atribuye a la medicación, no a él. Pero cuando tiene el problema, es que está enfermo”.
Desde esta perspectiva, Inmaculada Moreno indica quelos comportamientos a los que se refiere el TDAH deberían entenderse como habilidades de autocontrol que se pueden aprender. “El entrenamiento a los padres de niños candidatos a recibir el diagnóstico ha mostrado gran eficacia después de usar juegos que implican esperar, seguir reglas, estar atentos e inhibir la acción acostumbrada”. Y si la mejoría es tal, ¿el problema está entonces en su cerebro? ¿En los genes?
Los padres pueden colaborar
[image id=»70398″ data-caption=»Neurofeedback. Los videojuegos interactivos permitenvisualizar la actividad de las ondas cerebrales. Junto con entrenamiento en autocontrol, hacen trabajar las habilidades cognitivas.» share=»true» expand=»true» size=»S»]“Para el niño”, insiste Pérez Álvarez, “lo mejor es tener reglas claras, adecuar las tareas, pillar al hijo atento, reforzar la conducta adecuada, enseñarle habilidades de autocontrol, mejorar el rendimiento académico e involucrar y entrenar a los padres. Y el adulto que reciba o busque el diagnóstico TDAH, lo mejor es que empiece a comportarse de una vez como adulto. Aunque así no contribuirá al negocio que los laboratorios tienen previsto”.
Un psicólogo escolar puede ayudar a hacer todo esto sin necesidad de etiquetar. Como alternativas a los fármacos, Cano Vindel propone técnicas cognitivo-conductuales que eduquen la atención y su impulsividad.“La medicación debe reservarse para casos resistentes al tratamiento psicológico, por los efectos secundarios que puede generar. No olvidemos que se trata de dar anfetaminas o antidepresivos de última generación a niños durante toda la vida, puesto que solamente producen mejoras de síntomas.
Fuera de España, uno de los estudios más críticos llega de la mano del psiquiatra norteamericano Peter R. Breggin bajo el título Los riesgos de tratar el TDAH con metilfenidato (Ritalin). Denuncia que esas conductas frustrantes y desordenadas se redefinan como enfermedades de los niños. El tratamiento con metilfenidato “produce mayor docilidad sin mejorar realmente su conducta o rendimiento académico”.
Los padres no están bien informados de que en realidad se cambia el control de una conducta por los efectos tóxicos de la medicina. Los niños requieren mejor atención a sus necesidades básicas por parte de los adultos.
Pero si el TDAH no es grave, ¿por qué tanta inquietud? Según el psiquiatra Ramos Quiroga, la gravedad radica en el gran número de problemas y consecuencias que trae asociado: “En la edad escolar, alteraciones en el comportamiento, bajo rendimiento académico y torpeza en la interacción social que acaban dañando su autoestima. En la adolescencia aparecen otros nuevos, como flirteo con las drogas, problemas legales y, muchas veces, lesiones y accidentes. Finalmente, durante la edad adulta, a los anteriores se suman complicaciones laborales. Sin un tratamiento correcto, los niños con TDAH alcanzan la madurez con trabajos y profesiones muy por debajo de su capacidad”.
Problemas de drogadicción y alcoholismo
En el caso de los adultos, el TDAH se vincula cada vez más a un tríada muy nefasta para la sociedad y para el paciente: impulsividad, agresividad y drogas. Ramos Quiroga está convencido de que el 25% de la población reclusa podría sufrir esta enfermedad en silencio y sin diagnóstico. Por tanto, no tratada y campando a sus anchas.
El psiquiatra cita como ejemplo un estudio de la Universidad de Oxford que concluyó que el comportamiento criminal en personas adultas con este trastorno se reduce drásticamente después de unas semanas de tratamiento con una medicación adecuada que controle sus impulsos. El dato que aporta es elocuente: los delitos cometidos se redujeron un tercio.
Estudios previos ya habían demostrado que hasta dos terceras partes de los jóvenes delincuentes y la mitad de los presos reflejaban TDAH en la infancia. También recae la misma sospecha sobre un 25% de las personas que tienen problemas de drogadicción o alcoholismo. El cóctel TDAH y drogas podría, además, resultar letal, ya que en un 30% de estos pacientes el riesgo de desarrollar otras patologías graves, como psicosis afectiva o esquizofrenia, es bastante elevado. La duda para los profesionales es si la medicación es la forma más eficaz y menos costosa para mantener a los pacientes fuera de problemas.
El investigador del Instituto Karolinskia (Suecia) Henrik Larsson insta a sopesar los efectos secundarios adversos de los fármacos. El metilfenidato es un anfetamínico que actúa bloqueando el transportador de la dopamina. Esto produce un aumento de la dopamina extracelular, que se cree que podría ser responsable de la mejora de los síntomas del TDAH, pero a su vez generar efectos a largo plazo, como disfunción eréctil.
Puede ser peor el entorno que el trastorno
En España, esta preocupación es creciente, sobre todo ante el riesgo de que cualquier menor con mal comportamiento podría identificarse con las manifestaciones más comunes de un niño con diagnóstico TDAH. El psicólogo Pablo Muñoz Gasco, de la clínica Nascia, insiste en la necesidad de realizar un buen diagnóstico psicológico y neuropsicológico. “Algunos síntomas que llegan a consulta se confunden con características normales en niños sanos. Se distrae con estímulos irrelevantes, mueve en exceso las manos y los pies, se precipita al hablar, no respeta su turno, se inmiscuye, no sabe organizar sus tareas y parece que no escucha cuando se le habla…” ¿Cómo saber, entonces, si es TDAH?
Habitualmente, se toma como referencia el tiempo. Si los síntomas persisten durante al menos seis meses con una intensidad que le impide una correcta adaptación a cada situación o indican una inmadurez impropia, se puede pensar en trastorno.
Pero estos parámetros han provocado diagnósticos demasiado precoces que, lejos de ayudar al niño o adolescente a compensar sus déficits o motivarle para que por sí mismo potencie sus capacidades intelectuales y emocionales, le han bloqueado a causa de los fármacos, según observa Muñoz Gasco.
Su propuesta más novedosa, además de las técnicas cognitivo conductuales que les guían de forma acertada para hacerse responsables de su propia conducta, es el tratamiento con neurofeedback.
A través de videojuegos interactivos de diferentes contenidos y adaptados a cada edad, el paciente trabaja de forma espontánea habilidades cognitivas relacionadas con la atención, la memoria y la concentración. Los ejercicios se combinan con entrenamiento en autocontrol y permiten visualizar en tiempo real la actividad de las ondas cerebrales. Según indica este psicólogo, los resultados son formidables.
A la vista de este panorama y como si de una cuenta atrás se tratase, los investigadores del Vall d’Hebron tienen por delante cuatro años para dar por fin con esos marcadores biológicos que permitan identificar de una forma incuestionable el TADH con un protocolo de evaluación que no deje ningún resquicio a la duda o a los falsos positivos.
Antes tendrán que convencer a sus colegas escépticos de la existencia de esas alteraciones estructurales en su cerebro. De momento, aunque se han descrito algunas alteraciones y disminución de volumen en algunas regiones, no todos los autores han podido replicar los resultados ni demostrar que esas diferencias se puedan atribuir de modo exclusivo e inequívoco al TDAH. Cabe esperar que muchas de esas alteraciones se normalicen con el tiempo y que al llegar a la edad adulta ese menor volumen, lejos de dar lugar a una personalidad de riesgo, tome sus niveles normales. Y el cerebro del adolescente amenazante madure en cerebro sano.
Redacción QUO