Se sabe que la exposición a altos niveles de radiación es malo para la salud humana. Los trajes de protección en los hospitales, las secuelas de los primeros físicos que investigaron en su uso… pero cuando se trata de dosis bajas de radicación (LDR por sus siglas en inglés), la ciencia parece no tenerlo tan claro. En los últimos años, un número creciente de investigadores han cuestionado el supuesto de que toda radiación es malo y han comenzado a investigar si las dosis bajas podrían ayudar, por ejemplo, en la reparación genética o a evitar el daño a los tejidos.
Esto tendría relación con la idea de que una dosis pequeña de algo malo podría tener buenos efectos. Esto se conoce como efecto hormético. Se sabe por ejemplo que, en pequeñas cantidades, el frío, ciertas toxinas o el ayuno pueden tener efectos positivos en la salud.
La investigación sobre los efectos beneficiosos de LDR tiene una larga historia. Una revisión de estudios publicados antes de 1940 encontró pruebas de ello en un número sorprendente de especies de plantas, hongos, protozoos, algas e insectos. En las personas, durante la primera mitad de la LDR siglo 20 fue utilizado para tratar la neumonía y otras condiciones médicas. La práctica cesó ya que tanto el público como los médicos se volvieron más cautelosos acerca de los posibles efectos a largo plazo de la radiación, especialmente el cáncer.
Pero desde el comienzo del presente siglo, los investigadores han estado reexaminando ciertas afirmaciones.
Diversos estudios en ratones han descubierto que la exposición a bajas dosis de radiación protege contra los efectos de la exposición subsiguiente a dosis letales, es decir, sería como una preparación, una vacuna contra los efectos nocivos.
Un efecto similar se ha observado cuando la radiación se recibe en el útero. La exposición de ratones embarazadas para «radiación de Chernóbil» (las dosis y tipos de radiación experimentadas por la mayor parte de los seres humanos que vivían cerca del lugar del accidente nuclear de 1986), no daña a los ratones recién nacidos. Los investigadores descubrieron que las dosis posteriores de la radiación hicieron menos daño al ADN de los ratones.
En los últimos años, el uso de LDR se ha mostrado prometedor en la lucha contra las complicaciones de la diabetes. Los estudios han encontrado que las ratas diabéticas muestran una cicatrización más veloz y que también puede prevenir el daño renal.
Algunos investigadores han comenzado a tratar de examinar los efectos de la radiación de bajo nivel en los humanos. Un estudio reciente, por ejemplo, ha demostrado que la incidencia de cáncer de pulmón es significativamente menor en los estados de Estados Unidos donde se realizó alguna prueba nuclear o donde se extraía uranio.
Por otro lado, en experimentos de radiación dada a perros durante el transcurso de sus vidas, estos mostraron un aumento de la reparación del ADN y la proliferación celular, pero también tuvieron mayores tasas de leucemia.
Hay un largo camino por recorrer en la investigación sobre los bajos niveles de radiación antes de la comprensión de sus riesgos y beneficios. Los próximos pasos probablemente implican más estudios sobre cómo los mamíferos, como perros, cerdos o primates posiblemente no humanos, responden a cantidades variables de LDR durante la vida fetal y en diferentes edades, y luego poniendo a prueba su capacidad de resistir la aparición de enfermedades en comparación con los animales que no recibieron LDR. Cuando lleguen estas respuestas comprenderemos muchos más acerca del desarrollo de enfermedades como el cáncer, y cómo los mecanismos de reparación de nuestro cuerpo, pueden combatirlas.
Juan Scaliter