“¿Conoces esa sensación de alegría y afecto cuando un padre ve por primera vez a su hijo? Pues yo no sentí nada de eso”.

Esta es la cruda confesión que hace Caleb a la BBC inglesa. Caleb, cuyo nombre verdadero prefiere no revelar, tampoco sintió nada el día de su boda mientras su futura esposa recorría el pasillo vestida de blanco. Lo único que notaba era el rubor de su cara y el cansancio en sus pies. “Para mí fue algo mecánico”, añade.

Caleb padece alexitimia. Un síndrome que impide percibir o expresar muchos matices de los sentimientos que acompañan nuestras vidas. No hay que confundirlo con el autismo. Aunque estos síntomas están presentes en cerca el 50% de las personas con autismo, no todos los alexitímicos sufren otras características de esta enfermedad, como el comportamiento compulsivo y repetitivo. Este sería el caso de Caleb.

Cuando tenemos algún tipo de sensación corporal sabemos si son buenas o malas, o intensas o suaves. Algunas se mezclan con diferentes emociones, como un recuerdo agridulce, y después somos capaces de explicar con palabras lo que hemos sentido o por qué.

Al principio se creía que el problema de la alexitimia residía en la fase lingüística. Es decir, estas personas sentían lo mismo que los demás pero simplemente no podían convertir sus emociones en palabras. Los científicos pensaban que esto se debía a una ruptura en la comunicación entre los dos hemisferios, evitando que las señales de las regiones emocionales llegaran a las áreas del lenguaje.

Hoy día se sabe que puede haber distintos tipos de alexitimia. Mientras que algunos tendrían solo problemas para expresar sus emociones, otros, como Caleb, no son conscientes de sus sentimientos. El profesor Richard Lane, de la Universidad de Arizona, lo compara con personas que han sufrido ceguera tras un daño en la corteza visual: a pesar de tener los ojos sanos, no pueden ver las imágenes. «Tal vez la emoción se activa e incluso hay respuestas corporales. Pero sucede sin que la persona sea consciente de ello», asegura.

Algo que confirma el propio Caleb. «No echo de menos a las personas. Si no veo a alguien por un largo período de tiempo está fuera de la mente. Pero sí que siento estrés cuando no estoy cerca de mi esposa y mi hijo durante unos días».

Sin embargo no todo iban a ser inconvenientes, hay alguna pequeña ventaja. Caleb explica que a él le resulta más fácil enfrentarse a procedimientos médicos. «Puedo soportar un montón de dolor o experiencias desagradables porque sé que no voy a tener memoria emocional», añade.

La alexitimia podría ofrecer un nuevo punto de vista sobre enfermedades como la esquizofrenia o los trastornos alimenticios. Probablemente porque nuestras emociones nos suelen guiar para cuidar nuestra salud física y mental.

Caleb ha recibido la ayuda de un terapeuta para mejorar la comprensión social. Después de un gran esfuerzo es capaz de analizar las sensaciones físicas y equipararlo con las emociones que otras personas pueden sentir. Este proceso le esta ayudando a entender los sentimientos de su esposa y comprender por que actúa así.

Por último Caleb quiere recalcar que la ceguera emocional no hace a uno cruel o egoísta. “Puede pasar que una persona esté desprovista de cualquier sentimiento y no sea un psicópata o desalmado”, sentencia.

Redacción QUO