Los animales de compañía son muy monos pero, en ocasiones, también pueden ser la fuente de transmisión de parásitos y de algunas enfermedades. Hoy, nos vamos a concentrar especificamente en los gatos a los que, un estudio realizado por La Universidad de Chicago, dirige su dedo acusador al considerarles transmisores de algo que jamás habríamos sospechado: los ataques de furia.

Según este estudio, existen personas que padecen lo que se conoce como Trastorno Explosivo Intermitente (TEI), una anomalía del comportamiento que hace que quien lo padece sufra repentinos ataques de ira. Rabiosas explosiones temporales que provocan que la persona maldiga, grite y gesticule como un poseso.

Y lo que han descubierto los investigadores de Chicago es que un 22% de los pacientes con este trastorno están infectados con un parásito llamado Toxoplasma gondii, que se transmite especialmente a través de las heces de los gatos. Una cifra bastante elevada como para pensar que estos felinos tienen alguna responsabillidad, aunque no sea intencionada.

Esto no quiere decir que tener gato equivalga a padecer TEI, pero sí que existe un cierto grado de riesgo. Por otra parte, este parásito es especialmente resistente y, en algunos casos, puede permanecer aletargado en el cerebro del huesped durante años. Además, se le ha vinculado también con dolencias como jaquecas, trastorno bipolar y esquizofrenia. Además, es particularmente peligroso para las mujeres embarazadas, ya que puede provocar alteraciones graves en el cerebro del feto.

Redacción QUO