«He dormido genial, gracias por prestarme tu sofá». La próxima vez que oigas estas palabras ya estarás avisado de que son falsas. Ningún amigo o familiar duerme bien en tu sofá. Tampoco en una habitación de invitados. Ni tan siquiera lo haría si le buscas el mejor colchón de látex del mercado. Pero no te lo tomes como algo personal, dormir sin descansar profundamente en un nuevo entorno es tan común que los neurocientíficos tienen un nombre para esto: efecto de la primera noche (FNE, por sus siglas en inglés).
[image id=»79819″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Según explica una nueva investigación publicada en la revista Current Biology, el EFN es, básicamente, el equivalente neurológico de dormir con un ojo abierto. Los que quiere decir que solo la mitad de nuestro cerebro descansa realmente. Esto podría no resultar muy preocupante en caso de que seas una persona muy casera o que solo se aloja en hoteles por vacaciones y en fiestas de guardar. Pero puede llegar a suponer un problema para aquellos que se pasan la semana durmiendo en frías habitaciones de hotel, lejos del calor de su funda nórdica y su almohada de plumas.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores observaron detalladamente el sueño de un grupo de voluntarios. Midieron su actividad cerebral durante la etapa NREM3 (sueño de onda lenta), que para que nos entendamos es la última etapa de nuestro descanso nocturno. Es el momento en el que nuestro cuerpo está profundamente dormido y es muy difícil que alguien pueda despertarnos. Por desgracia, si el intruso con complejo de despertador consigue su propósito, te levantarás débil, cansado y completamente desorientado.
[image id=»79820″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Además de ser la fase de descanso más profunda, es el momento en el que se cargan más eficientemente nuestras pilas, ya que en esta etapa el sueño es de mejor calidad y más reparador. De ahí el interés de los investigadores de analizarla detalladamente. En el primer experimento, encontraron que los voluntarios mostraron un aumento notable de la actividad en el hemisferio izquierdo de su cerebro que en su homólogo derecho en la primera noche de sueño. Esto indica que dicho hemisferio izquierdo se mantuvo alerta ante el desconocido entorno donde se encontraba. En cambio, cuando el equipo de voluntarios durmió en el mismo lugar una segunda noche, la asimetría entre ambos hemisferios desapareció y ambos volvieron a descansar profundamente.
No somos los únicos que poseemos está peculiaridad. Algunas aves y mamíferos acuáticos, como los delfines o los leones marinos, duermen de esta forma todo el tiempo. Ellos tienen una razón de peso. En el caso de los delfines se debe a que están obligados a salir a la superficie a respirar. En aves y otros animales la razón es la necesidad de mantenerse alerta ante las posibles amenazas que puedan sufrir mientras duermen, como tener la mala suerte de que un depredador te elija de desayuno.
[image id=»79821″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Con esto en mente, los investigadores decidieron averiguar si este patrón asimétrico de sueño que mostraban los voluntarios cumplía las mismas funciones que en el reino animal. Para ello se armaron de grifos, campanas y otros sonidos que pudieran perturbar el sueño de los sleepers. Tenían un objetivo en mente: descubrir si el descanso de poca calidad que experimentamos a consecuencia del efecto de la primera noche nos permitía ser más reactivos a los estímulos externos.
Para asegurarse que registraban correctamente cuando se despertaban a consecuencia de uno de sus molestos ‘ruiditos’, los investigadores pidieron a los voluntarios que lo indicaran con sus dedos cuando esto ocurriera. Al cabo de dos noches, se percataron de que el tiempo de reacción al sonido de un grifo había significativamente más rápido el primer día que el segundo. Esto indica que nuestro cerebro no solo es más receptivo a consecuencia de la FNE, sino que también tiene la capacidad de lograr despertarse mucho más rápido que en otras circunstancias.
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Los investigadores no tienen del todo claro por qué la FNE activa el hemisferio izquierdo del cerebro para mantenerse alerta y no el derecho. Su teoría es que pueda deberse a que se conectan de forma diferente. Las conexiones neurales entre la parte donde se produce el sueño profundo y el resto del cerebro son más fuertes en el hemisferio izquierdo. Como resultado de esto, es más que probable que la vigilia en el hemisferio izquierdo sea de mayor utilidad. Dado que las conexiones son más fuertes, provocarán respuestas más rápidas a estímulos que sean percibidos durante el sueño.
Como decíamos antes, da igual que busques el colchón de látex más cómodo del mercado para tus invitados: nunca descansarán profundamente, al menos la primera noche. Según Yuka Sasaki, uno de los investigadores del estudio, «hicimos un informe subjetivo sobre el malestar. En realidad, nadie afirmó estar incómodo en la primera sesión, pero, a pesar de ellos, todos mostraban la FNE«.
[image id=»79823″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Estos resultados sugieren que este patrón de sueño asimétrico que experimentamos al pasar una noche en un entorno desconocido es un mecanismo de protección en los seres humanos (al igual que ocurre en los animales). Por suerte para nuestra especie, parece que en nosotros podemos a volver a dormir a pierna suelta una vez nos hemos familiarizado con el nuevo hábitat.
Fuente:
Current Biology | Night Watch in One Brain Hemisphere during Sleep Associated with the First-Night Effect in Humans
Redacción QUO