La crisis existencial de la nutrición, que se ceba con los consumidores preocupados por distinguir qué alimentos van a librarle del cáncer, de los infartos y de la degeneración absoluta, ha llegado a las más altas esferas de la administración estadounidense. La Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) ha admitido que, entre todo el ruido nutricionista, ya no sabe qué significa que un alimento es “saludable”.
Lo ha hecho, al menos, implícitamente: con un llamamiento para recibir cualquier información y comentarios que le ayuden a redefinir el término. La regulación estadounidense permite etiquetar como saludable la comida que cumpla con criterios generales como que ayude a mantener el colesterol y las grasas saturadas en niveles razonablemente bajos.
Parece que sus estándares han sido demasiado permisivos y que la avalancha de productos etiquetados como saludables ha provocado un cortocircuito en la capacidad de decisión de los consumidores. Si todo sale bien, este esfuerzo servirá para que la palabra no acabe apareciendo en todos los envases de los alimentos. Y también para aclarar, de una vez por todas, la mente de los norteamericanos.
La iniciativa forma parte de una estrategia por la que la FDA quiere redefinir por completo la calidad nutritiva de la dieta estadounidense, para 2025. El etiquetado de los productos y la elaboración de fichas nutricionales más útiles puede ser un elemento clave de la estrategia. En el mejor de los casos, puede ser un valioso acicate para que la industria alimentaria desarrolle productos más saludables que puedan etiquetarse como tales. Ya estamos esperando las conclusiones.
Andrés Masa Negreira
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