De todos los escenarios terribles que Douglas Preston ha imaginado en sus novelas de terror, el peor de todos lo ha sufrido en su propia piel. Literalmente. Recientemente, el popular autor de éxitos superventas se decidió a vivir una gran aventura: descubrir una famosa ciudad antigua que muchos daban por perdida en la voraz selva húmeda de Honduras.
Dicho lugar, conocido como la Ciudad del Dios del Mono (o la Ciudad Blanca), era una metrópolis escondida en la profundidad de la selva. Según se sabe, los habitantes de la ciudad habían huido con el fin de escapar de terribles enfermedades que habían sido provocadas por un «hechizo celestial» hace cientos de años.
[image id=»88538″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Llegar hasta el lugar no fue nada sencillo. Se tuvieron que enfrentar a ataques de serpientes venenosas, nadar para salvar la vida en arenas movedizas y dar esquinazo a un grupo de pumas hambrientos. Pero lo peor estaba por llegar: estaban a punto de enfrentarse a la cólera del Dios Mono.
La cólera del Dios Mono
Cuando llegaron al lugar, se encontraron mucho más de lo que esperaban. Los habitantes, que habían huido poniendo pies en polvorosa, dejaron tras ellos importantes tesoros y objetos sagrados escondidos. Además, gracias a un avión Cessna equipado con equipo de imagen láser de alta tecnología, lograron encontrar las estructuras de la ciudad perdida ocultas bajo la espesa vegetación. Razones de peso para que el equipo sintiese que su viaje había sido todo un éxito.
Pero su alegría pronto se convirtió en terror. El equipo se percató de que había contraído una enfermedad. Algunos mostraban problemas para respirar, otros dificultad para tragar y algunos observaron como horribles erupciones cutáneas aparecían en su piel. Los miembros del equipo de exploradores fueron tratados urgentemente y el diagnóstico fue claro: dos tercios de ellos habían contraído leishmaniasis. Como explica la Organización Mundial de la Salud (OMS), dicha afección «es causada por un protozoo parásito del género Leishmania, transmitido por la picadura de flebótomos infectados (mosquitos)».
[image id=»88548″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Lo primero que encontraron al llegar allí fue una piedra sobresaliendo del suelo. Al acercarse, se dieron cuenta de que era un jaguar tallado en piedra en actitud gruñona. Tal fue el descubrimiento, que el presidente de Honduras les quitó el artefacto. Muchos supersticiosos aseguraron entonces que ese detalle era el que había desatado la cólera del Dios Mono.
Una ciudad peligrosa
Al principio la ciudad fue una leyenda fantástica, después un mito de una civilización que había desaparecido misteriosamente y, actualmente, se ha convertido en un centro de estudios arqueológicos.
Han sido muchos los que han tratado de encontrar su paradero sin éxito, entre ellos Hernán Cortés. En 1933, el arqueólogo Willim Duncan Strong, un explorador de la Institución Smithsonian, realizó investigaciones en Honduras concentrándose en las Islas de la Bahía y parte del noreste del continente. Él aseguró entonces que dicho lugar se encontraba en la parte superior del Río Plátano, pero, según mencionó en su informe tenían «miedo de acercarse (…) ya que podríamos ser mordidos por una culebra venenosa que nos produjera la muerte».
A lo largo de la historia muchos aseguran haber descubierto La Ciudad Blanca. La última fue en 2015, cuando una popular revista de divulgación científica anunció el hallazgo (fue aquí donde Preston participó). Un descubrimiento que pronto fue criticado por la Universidad de Berkeley.
En 2016, se transportaron 52 piezas de lo que se considera la «Ciudad Blanca» para ser estudiadas por expertos. El lugar se ha dividido en tres partes con el fin de poder hacer más fáciles los trabajos de investigación.
Vivir para contarlo
El famoso escritor de 60 años ha publicado hace un par de meses un libro donde se narra su aventura. Puedes leerla en The Lost City of the Monkey God: A True Story.
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Fuente: businessinsider.com
Redacción QUO