Alergias, crisis asmáticas, una gripe persistente… Es posible que detrás esté la tormenta de arena.

Fuera de nuestras fronteras, Israel es uno de los países que se enfrentan a este tipo de fenómeno con más frecuencia, con tormentas de polvo y arena provenientes de todos los puntos cardinales: desde el Sahara por el noreste,  Arabia Saudí por el noroeste y las zonas desérticas de Siria por su parte sureste.

Esta peculiaridad ha promovido un estudio en el Instituto Weizmann de Ciencias (Israel) para investigar cómo puede afectar al ser humano estar expuesto a las partículas de polvo que transportan estas tormentas de arena.

Un equipo liderado por el profesor Yinon Rudich ha descubierto que las bacterias se aferran a las partículas de polvo y pueden ser transportadas miles de kilómetros afectando a la salud de las personas. Algunas de las bacterias rastreadas en el estudio  podrían ser patógenas e incluso ser dañinas para el ecosistema.

Las investigaciones muestran que las concentraciones de bacterias en la atmósfera se incrementan durante una tormenta de arena, así que gente que se encuentra en la calle puede estar expuesta a más bacterias de lo habitual y, por lo tanto, enfermar.

El equipo del Instituto Weizmann también descubrió que parte de las bacterias transportadas en este tipo de tormentas llevan consigo genes de resistencia a los antibióticos.

El asma aumenta

En el polvo de las tormentas hay un alto contenido de bacterias, virus, esporas, hierro, mercurio, y pesticidas contaminantes que recoge a su paso por los países subsaharianos intensamente afectados por desertificación.

Muchas veces se refieren casos de «gripes» persistentes o alergias sin causa aparente que pueden haber sido provocadas por el contacto con partículas de origen biológico presentes en estas tormentas.