El hecho de que el alzheimer provoque una degeneración neurológica ha motivado que, durante mucho tiempo, se pensase que la causa (o causas) de dicha enfermedad tenía que estar en el cerebro. Pero la ciencia ha comenzado a dirigir sus miradas fuera de dicho órgano para buscar posibles factores que influyan en el desarrollo de la enfermedad.

El desarrollo del alzheimer se produce a medida que van muriendo las neuronas en áreas clave del cerebro, un síntoma que está vinculado a dos factores conocidos: el deterioro de una proteína llamada tau, y la acumulación en las neuronas de otras proteínas llamadas beta amiloides. Esta explicación es necesaria para entender mejor los resultados de la investigación que han realizado especialistas de la Universidad de British Columbia, en Canadá.

Los autores del estudio realizaron un experimento con parejas de ratones. A uno de los miembros de todas ellas se les inyectó un gen manipulado que les hacía producir una cantidad excesiva de beta amiloides. Y el resultado fue sorprendente ya que, con el tiempo, sus parejas sanas (a las que estaban conectadas quirúrgicamente) también comenzaron a producir beta amiloides en una cantidad anómala y algunos de ellos acabaron desarrollando alzheimer.

Lo que primer llama la atención de estos resultados es que esos beta amiloides no fueron producidos en el cerebro, sino en otras partes del organismo de los cobayas; concretamente en los músculos y en las plaquetas de la sangre. Tal y como explican los autores del estudio, los resultados sugieren que debemos empezar a considerar al alzheimer como «un problema orgánico total», algunas de cuyas causas podrían originarse fuera del cerebro. Aunque finalmente sea en este órgano dónde realmente se manifiesta la enfermedad.

Vicente Fernández López