Parece contradictorio, cuando desde pequeñitos nos han dicho por activa y por pasiva que debemos limpiarnos bien los oídos y que no debe quedar ninguna pizca de cera a la vista. De hecho, en caso de no hacerlo, ha sido siempre relacionado con una inadecuada higiene personal. Pero como todo, si se hace en demasía, puede resultar perjudicial para nuestra salud.
Así lo ha destacado la Academia Americana de Otorrinolaringología, la cual apunta que el cerumen que no está causando una sintomatología o no está obstruyendo el oído, no debería eliminarse. Y es que hay gente que llega a llenar una jeringa con agua para eliminar cera interna o se afanan a introducir lo máximo posible los bastoncillos (lo cual puede ser incluso peor, ya que acabas llevándola a zonas más internas, generando posibles tapones).
El cerumen en los oídos tiene una razón de ser, y está ahí para cumplir un propósito: ayuda a atrapar la suciedad y el polvo, evitando así que las partículas se cuelen por el oído. Además, nuestro cuerpo ya limpia de forma natural estas zonas: cuando masticamos o cuando crece, por ejemplo, nueva piel, esta acaba empujando la cera fuera del canal auditivo. Es entonces cuando se acaba limpiando gracias a una ducha. Según la Academia Americana de Otorrinolaringología es un proceso en el que no deberíamos intervenir más allá de una limpieza básica.
Eso sí, existen excepciones. En un 10% de los niños, un 5% de los adultos y un tercio de ancianos, el sistema de limpieza natural falla y ahí es necesario liberar la presión. Así que si tienes fuertes dolores en los oídos, picazón, zumbido, has perdido audición o incluso tienes secreciones por el canal auditivo, debes contactar inmediatamente con un doctor.
Si tienes preguntas sobre si estas limpiando demasiado tus oídos, aquí tienes una guía con las cuestiones más frecuentes.
Fuente: Business Insider
Alberto Pascual García