Los datos de su DNI todavía están en blanco. No sabemos quiénes serán sus progenitores ni dónde nacerá; lo que sí es seguro es que el supervirus de la gripe que provocará una pandemia mundial llegará. El A H1N1ha sido una falsa alarma; sin embargo, eso no resta valor a la advertencia que la OMS repite una y otra vez desde 2003: “El mundo corre el mayor riesgo de pandemia desde la gripe de Hong Kong, en 1968, que se cobró la vida de cerca de un millón de personas”. Si la máxima autoridad sanitaria mundial se expresa en términos tan contundentes, cabe preguntarse: ¿estamos preparados para prevenir una infección global y evitar las 180 millones de muertes que podría provocar, según las peores previsiones de la OMS? “Ahora no estamos realmente en condiciones de defendernos”, contesta en el editorial de su último número la revista New Scientist, al tiempo que plantea que “en lugar de pánico” se recurra a “las evidencias científicas para evaluar la situación”, y propone “gritar y gritar […] hasta que alguien haga algo”.
Manos a la obra
Sin llegar a gritar, son muchas las voces que se levantan reclamando una estrategia global que vaya más allá de intentar contener la infección en la zona geográfica donde se origine. Tras el susto de la gripe aviar en 2004, el Journal of the American Medical Association, JAMA, pedía más investigaciones para conocer la etiología y las mutaciones de los virus, y para acortar los períodos de fabricación de las vacunas. La biblia de las revistas médicas reclamaba también que se desarrollaran tácticas preventivas “para poder orquestar una respuesta coordinada y uniforme”.
Cinco años después de la amenaza aviar, ¿se ha avanzado algo en este camino? Según asegura Juan José Badiola, director del Centro de Investigación de Encefalopatías Transmisibles y Enfermedades Emergentes de la Universidad de Zaragoza: “Hemos aprendido la lección; en caso de pandemia de gripe, los países desarrollados estarán en condiciones de minimizar sus efectos”.
En España, siguiendo las directrices de la OMS, el Ministerio de Sanidad alumbró en 2005 el Plan Nacional de Preparación y Respuesta ante una Pandemia de Gripe, que establece el papel de cada administración sanitaria ante una situación de emergencia grave. El plan es exhaustivo hasta el detalle: fija en qué hospitales deben ingresar los enfermos (uno por comunidad autónoma) y cómo deben ser las habitaciones (aisladas y con presión negativa, para evitar la salida de aire al exterior). También establece qué grupos de población tendrán acceso en primer lugar a los antigripales y a las vacunas: aquellos que resultan imprescindibles en una situación de alerta sanitaria: el personal sanitario y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
No nos enfrentamos a una infección más, sino a un supervirus que puede provocar una emergencia nacional. Por eso, el Plan considera los antivirales como una reserva estratégica, de ahí que Sanidad decidiera el mes pasado retirar Tamiflu de las farmacias, para administrarlo solo en los hospitales. La decisión, cuestionada off the record por algunos especialistas, tiene una explicación de salud pública, que explica Gabriel Reina, virólogo de la Clínica Universitaria de Navarra: “Si el antiviral no se usa adecuadamente, puede perder su eficacia”. Pero la gran cuestión sobre el antigripales es: ¿Tiene España tratamientos suficientes? Según Elena Salgado, en 2004 titular del ministerio de Sanidad, con cinco millones de dosis la población española estaba protegida, pero las reservas se duplicaron tras anunciar las comunidades de Valencia y Madrid que comprarían tratamientos por su cuenta.
Redacción QUO