La prueba del algodón
Aplicando el Plan se podría evitar el avance de la infección y paliar sus consecuencias, algo muy importante, pero ninguna de las acciones que establece impediría la pandemia. Por eso, JAMA reclamaba más investigación sobre métodos rápidos de detección, antivirales y vacunas. Y en ese terreno, los avances han sido pocos. Los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos han desarrollado desde la crisis de la gripe aviar equipos de diagnóstico rápido, que han puesto a disposición de la OMS para su distribución en los países del hemisferio sur. Gracias a ellos, en Estados Unidos tuvieron una radiografía del alcance de la gripe en su territorio mucho antes que el propio México, a pesar de ser este el foco de la infección.

Pero no cabe duda de que el mejor instrumento para frenar la infección es la vacuna. A principios de mayo, el investigador austríaco Thomas Muster anunciaba en Praga que en poco más de tres meses estaría disponible; sin embargo, los intereses comerciales de los fabricantes pueden retrasar su llegada. La directora de investigación sobre vacunas de la OMS, Marie-Paule Kieny, ha tenido que lidiar con la veintena de laboratorios capaces de producirla (que son los grandes de la industria: Sanofi Pasteur, MSD, Baxter, GSK, etcétera) para limar algunos aspectos sobre su fabricación. ¿Aspectos técnicos? No.

Las dificultades tienen que ver con intereses comerciales. Una vez se dispone de suficientes muestras del virus para comenzar la producción, los laboratorios han tenido que ponerse de acuerdo sobre su reparto, para que ninguno de ellos tenga ventaja comercial sobre el resto. Sujetos a propiedad intelectual también están algunos factores que aceleran el proceso de elaboración.

Ayudar al sur
En juego está la fabricación de 1.200 millones de dosis, un 50% más de las que se elaboran para prevenir la gripe estacional. Hay, además, otros elementos que añaden incertidumbre a la situación. El primero es doméstico: España no dispone de ninguna fábrica para elaborar vacunas. “¿Accederemos a ellas con la misma rapidez que Estados Unidos y Suiza, donde están las matrices de los laboratorios?”, se pregunta Carmen Flores, presidenta de El Defensor del Paciente. El segundo elemento de incertidumbre es técnico. Los investigadores no saben todavía cuántas dosis serán necesarias para inmunizar a la población (se baraja la posibilidad de que sea una para la gripe común y dos para la de origen porcino), lo que puede condicionar la capacidad de producción y plantea la duda de si en otoño habrá vacunas suficientes para todos. Hay un elemento más que provoca inquietud: el método de fabricación de vacunas que utiliza cultivos celulares en vez de huevos de gallinas no acaba de llegar.

Pero el debate más difícil que ha tenido Marie-Paule Kieny con los laboratorios es el precio del tratamiento. Su coste es bajo, ronda los 8 euros (la farmacéutica se lleva 5,5), pero aun así, habría muchos países pobres que no po­drían adquirir vacunas suficientes para in­munizar a toda su po­blación de riesgo, por lo que la batalla de la OMS se centra en conseguir dosis gratuitas para el Tercer Mundo.

Viene el lobo
Lo que más preocupa a la comunidad científica es el impacto que pueda tener la infección en los países po­bres. La revista británica The Lancet cuantificó estos efectos después de la gripe aviar. Hizo una estimación según la cual una pandemia podría producir alrededor de 62 millones de muertes en todo el mundo, pero el reparto era muy desigual: el 96% correspondía a los países menos desarrollados.

La posibilidad de un escenario de estas características es lo que ha motivado que la OMS hablara de pandemia y de progresión imparable del virus en el caso de la gripe A. “El riesgo existía y sigue existiendo; la espada de Damocles está sobre nuestras cabezas”, explica Juan José Badiola. El profesor es una de las voces con más autoridad en microorganismos que andan a caballo entre los animales y el ser humano, o a la inversa, y en ese tránsito intercambian su material genético, un proceso cuyo resultado es imprevisible. “Ahí radica el peligro: de esa unión puede surgir un virus hijo con una capacidad infectiva insospechada hasta ahora”. De hecho, la cepa de la nueva gripe, o gripe A, es el resultado de la recombinación de media docena de cepas a lo largo de los últimos cuarenta años. Esto convierte al virus de la gripe en el agente infeccioso más impredecible al que se enfrenta la medicina: puede ganar o perder virulencia. Pero además, tiene una característica muy peculiar: su extraordinaria capacidad para transmitirse (en esto la cepa A H1N1 es una excepción) y para sobrevivir durante días en cualquier objeto.

Redacción QUO