Oliver saca a pasear a su perro cada día. En el trayecto, se encuentra a menudo con una joven que lleva un perro grande y marrón, y otra que pasea a un golden retriever. Si las viera en cualquier otro sitio, sin sus mascotas, ni las saludaría. ¿La razón? Sufre prosopagnosia, una afección que imposibilita a quien la padece reconocer las caras, incluso la suya propia. El protagonista de esta historia es el famoso neurólogo Oliver Sacks, quien confesaba en un artículo en The New Yorker que desde niño se las había ingeniado para distinguir a sus compañeros de colegio por el color de su pelo, su forma de andar, sus gafas y otros accesorios… Incluso contaba cómo, en el jardín de infancia, se convirtió en uña y carne de una niña que siempre iba vestida de rosa. En su caso, es genética (su hermano también la sufre) pero también hay casos en los que se desencadena tras un accidente cerebrovascular, o como parte del proceso de enfermedades como el alzhéimer y algunos tipos de autismo.
Tiene la misma dificultad para distinguir lugares, por lo que, si no tiene cuidado con tomar ciertas referencias, se pierde con facilidad. Este también es un rasgo común a muchos pacientes que sufren esta dolencia descrita en 1947 por el neurólogo alemán Joachim Bodamer, y de la que hasta hace unos años solo había descrita una docena de casos. Hasta que en 2006 un equipo de la Universidad de Harvard anunció los resultados de un estudio que sugería que el 2% de las 1.600 personas analizadas sufría ceguera facial. Después, otro estudio alemán dio cifras parecidas. Así, se ha llegado a la conclusión de que la prosopagnosia congénita es más habitual de lo que se creía, pero ha pasado desapercibida como una falta de habilidad para “quedarse con las caras”.
Cualquiera de nosotros puede recordar hasta 10.000 caras diferentes a lo largo de nuestra vida, y algunos estudios han demostrado que podemos reconocer a gente que conocimos hace 10 años. Esta habilidad reside, sobre todo en el giro fusiforme, la zona del cerebro en la que se activa específicamente la respuesta a las caras. Por alguna razón que aún se desconoce, algunos no registran actividad alguna en esta zona, y otros la tienen sobreestimulada.
Redacción QUO