Un estudio comprueba que los efectos secundarios más comunes de la vacuna contra la COVID-19, como el dolor de cabeza, no se deben a la vacuna en sí, sino a las expectativas inconscientes

El efecto placebo es bien conocido. Los pacientes mejoran con un tratamiento que en realidad no puede tener ningún efecto, como una pastilla de azúcar, gracias a un mecanismo psicológico por el que en realidad el paciente espera mejorar.

El efecto nocebo funciona al revés. Los pacientes experimentan un empeoramiento porque tienen expectativas negativas. También puede ocurrir que estas expectativas inconscientes hagan que los efectos negativos sean mucho peor de lo esperado.

Una evaluación sistemática de doce estudios ha encontrado que hasta tres cuartas partes de los efectos secundarios leves tras la vacunación contra el virus SARS-CoV-2 que causa la COVID-19 pueden explicarse por el efecto nocebo, es decir, porque los pacientes esperan encontrarse mal tras la vacuna.

El 76% de los efectos secundarios notificados tras la vacuna pueden atribuirse al efecto nocebo

La forma en lo que estos estudios han comprobado la presencia del efecto nocebo es parecida a cómo se controla contra el efecto placebo. En el procedimiento sólo se inyecta la vacuna real a la mitad de las personas que toman parte en la prueba. La otra mitad recibe una solución salina inocua. Los participantes no saben en qué grupo están.

El equipo de investigación dirigido por Julia W. Haas, del Centro Médico Beth Israel Deaconess de Boston comparó la frecuencia con la que se produjeron efectos secundarios leves en las personas de prueba con la vacuna real y con la falsa. El 46% de quienes recibieron la vacuna real sufrieron los llamados efectos secundarios sistémicos, como fatiga o dolores de cabeza. Sin embargo, también dijeron sufrir efectos secundarios el 35% de quienes recibieron la vacuna falsa. La magnitud del efecto nocebo se calcula a partir del cociente de las dos cifras.

Según este cálculo, los investigadores han llegado a la conclusión de que alrededor del 76% de los efectos secundarios notificados tras la vacuna pueden atribuirse al efecto nocebo. Sin embargo, solo el 24% de los efectos secundarios locales, como dolor en el punto de la inyección, pueden atribuirse a este efecto, lo que indica que, estén los pacientes sugestionados o no, la inyección suele doler.

Los mismos estudios se repitieron con la segunda dosis, y en este caso el efecto nocebo descendió ligeramente. En la segunda ronda solo la mitad de los efectos secundarios reportados podían atribuirse a este efecto. Los investigadores no estudiaron los efectos secundarios más graves pero mucho más raros de las vacunas, como trastornos en la coagulación de la sangre, y que no se deben al efecto nocebo.

Un desencadenante importante del efecto nocebo es el conocimiento previo que los pacientes tienen de los efectos secundarios de la vacuna, sea por los medios de información, las autoridades sanitarias o las personas de su entorno. Seguramente, si no tuvieran esta información, los informes de efectos secundarios serían mucho. menos numerosos, aunque como ha apuntado el el director del grupo de investigación, Ted Kaptchuk, en un comunicado de prensa, esto sería injustificable desde el punto de vista ético: «La medicina se basa en la confianza», ha afirmado.

REFERENCIA

Frequency of Adverse Events in the Placebo Arms of COVID-19 Vaccine Trials