Los magos que han transformado la biología celular en algo sexy pertenecen a una nueva especie, la del científico-animador. En la puerta del despacho de Janet Iwasa, de la Universidad de Harvard, hay un título sorprendente: “Profesora de Visualización Molecular”. Hace cinco años, la doctora Iwasa tomó un camino extraño para una científica de su proyección, con una beca de la National Science Foundation: aparcó por unos meses su trabajo en la Universidad para trasladarse a Los Ángeles y sumergirse en el mundo de la Gnomon School of Visual Effects.
De allí han salido los responsables de la animación de películas como Avatar y Tron Legacy, y videojuegos como Starcraft II. Allí, Iwasa mezcló lo último en animación cinematográfica con lo más nuevo en biología molecular, y creó una nueva manera de representar datos científicos para el laboratorio y más allá. Su trabajo representa una mejora para el proceso científico en muchos de ellos, porque permite a los investigadores “comprender” mejor los datos que resultan de un experimento y darse cuenta rápidamente de qué tiene o no sentido. Un trabajo como el de la doctora Iwasa se habría quedado ahí de no haber sido por el doctor Robert A. Lue y Biovisions, un programa destinado a acercar la biología molecular a los estudiantes por medio de impresionantes viajes en 3D por el interior de la materia viva.
Hace cuatro años, Lue se puso en contacto con Xvivo, una compañía de animación que combinaba trabajos como los de Iwasa con encargos de laboratorios. Xvivo tiene una particularidad: sus fundadores vienen del campo de las Bellas Artes y durante años han estado esperando la oportunidad de inyectar belleza a sus recreaciones, para llevarlas más allá del rigor científico o la venta del producto.
