Porque no solo de pan vive el hombre. Lo que nos pide el cerebro es que lo colmemos de pequeños detalles terapéuticos para nuestra salud física y mental. Puede ser una pieza musical sublime o algo tan de andar por casa como una siesta de pijama y orinal. Carlos Belmonte, del Instituto de Neurociencias de Alicante, atribuye los efectos sobre la salud de actividades tan variadas a un mecanismo muy primario: “Nuestro cerebro está preparado para recibir con sensaciones de recompensa cosas necesarias para nuestra supervivencia e, inevitablemente, el ser humano busca conductas que activen estos sistemas”.

La capacidad para ser feliz está en parte en el ADN, pero el resto depende de la voluntad

La vida está necesitada de empujones emocionales, pequeños placeres que son, según Belmonte: “Recomendables en términos de equilibrio”. Determinados estímulos dispensan en el cerebro descargas de placer y propulsan la secreción de hormonas que refuerzan el sistema inmunitario, combaten el estrés, alivian el dolor y mejoran el estado de ánimo.

Caricias: El antídoto contra el dolor

Son la guinda del placer. Cuando una caricia recorre la piel a una velocidad de 4 ó 5 centímetros por segundo, el cerebro la recibe activando sus áreas de recompensa. Investigadores de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) han descubierto que esta transmisión de señales placenteras es posible gracias a las fibras nerviosas conocidas como C-Táctil, que siguen su propia ruta hacia el cerebro, aun cuando este está recibiendo impulsos de dolor en la misma zona.

Chocolate: Para sentir lo que un enamorado

La ciencia va desvelando la sabiduría que guardaba con respecto al cacao. Ahora conocemos que podría contener la fórmula contra el mal de amores al aumentar la feniletilamina, sustancia capaz de mejorar el ánimo, en cantidades similares a las que genera el cerebro de un enamorado. Pero además, contiene flavanol, que favorece la circulación y estimula la actividad cerebral.

La siesta: Lubricante para el corazón y para la mente

Los países del norte de Europa, que tanto la han vituperado, ya la han incorporado a sus hábitos. Los estudios la avalan como uno de los aliados para mejorar la concentración y el rendimiento laboral, recuperar la energía y la vitalidad, y prevenir problemas cardiovasculares. La última investigación llega de la Universidad de California, en Berkeley, y aporta una razón más a su favor: las siestas podrían mejorar la sensibilidad del cerebro a las emociones positivas. Cuando el sueño alcanza la fase REM (movimientos rápidos de ojos), expande la sensibilidad empática ante las emociones positivas y aminora las negativas. Las personas sin siesta se mostraron más receptivas ante la ira, la tristeza y el miedo. En los niños también se han comprobado sus bondades: los que la duermen tienen menos tendencia a la hiperactividad, a la depresión y a la ansiedad.

Meditar: Pensamiento positivo en dos sesiones

El monje budista Matthieu Ricard, asesor personal del Dalai Lama y doctor en Genética Celular, asegura que el primer error en nuestra búsqueda de la felicidad es confundirla con sensaciones placenteras que dependen de circunstancias externas. Ricard ha participado en experimentos que prueban cómo durante la meditación se reduce la actividad en áreas cerebrales relacionadas con las emociones negativas. Después de muchas horas de meditación, los monjes alcanzan la paz interior y se convierten en personas más positivas. Según investigaciones más recientes, los efectos son perceptibles desde la segunda sesión.

Cambiar de look: Un gesto de amor propio para apuntalar la autoestima

De esto saben mucho los peluqueros, transformados para la ocasión en entrenadores personales de sus clientas más insatisfechas anímicamente. Optar por un cambio de color o un corte de pelo, o simplemente regalarse un rato de mimos en un centro de estética, es en estos casos un gesto de amor propio que aporta seguridad y dispara la autoestima. La aceptación de uno mismo y de su imagen es uno de los componentes del desarrollo de un individuo, su bienestar personal y autoestima. Lo contrario marca el camino más corto a la depresión, la ansiedad y los desórdenes alimentarios. Por eso, aunque el hábito no hace al monje, es importante saber qué imagen queremos proyectar, y emprender los cambios que nos llevarán a ella.

Internet: La red estimula el razonamiento complejo

Un placer como navegar en la red hace que el cerebro se vuelva más avezado en el razonamiento complejo y en la toma de decisiones. A esta conclusión ha llegado Gary Small, de la Universidad de California, que advierte de que asistiremos a un cambio evolutivo con la tecnología al frente del nuevo orden social. Hace a los jóvenes más sabios, y las nuevas redes sociales se han convertido para ellos en mayor fuente de satisfacciones.

Buena compañía: La amistad mejora el sistema inmunitario

La presencia de un amigo activa áreas del cerebro que permiten liberar hormonas relacionadas con el bienestar y otras sustancias que bloquean el paso a la desconfianza y a la ira. Una de ellas es la oxitocina, también presente en el enamoramiento y las relaciones sexuales. Según una investigación de la Universidad de California, el impacto de un amigo en la salud es mayor que el de la pareja. La amistad refuerza el sistema inmunitario, y es el mejor antídoto contra algunas patologías coronarias, la presión arterial alta y el colesterol.

Momentos de sofá: Entregarse a la holgazanería tiene premio

¡Que se aburran, por Dios, que se aburran! Este es el llamamiento que ha hecho el Centro de Psicología ISEP Clínic a los padres de una generación de niños con “la inteligencia anestesiada” y faltos de tiempo para no hacer nada. Con una agenda programada de principio a fin, los pequeños pierden autonomía y capacidad creativa. Los psicólogos reivindican esos momentos en los que ellos deciden qué hacer o no hacer nada. Entregarse por un momento al placer de la holgazanería tiene premio, también para el adulto: el cerebro recupera energía y repara sólo en sensaciones placenteras, muchas veces desconocidas. Cuando el organismo recibe este pequeño aporte de relajación, la mente muestra mayor vigor y disposición para la creatividad.

Sexo: Protege la piel, los vasos… y la próstata

Es el placer en estado puro. Para la mujer, un tratamiento antiaging, porque le permite producir estrógenos, la hormona que la ayuda a mantener suaves la piel y el cabello, la previene de cardiopatías y mejora la circulación, mitigando la tensión de los vasos sanguíneos, causante de muchas cefaleas. En el hombre, reduce el riesgo de cáncer de próstata. El sexo favorece también la secreción de testosterona, oxitocina, endorfinas… hormonas del deseo y el bienestar.

Ir de compras: Garantía de equilibrio mental

Dicen que, con la crisis, una parte de la población femenina está al borde de un ataque de nervios porque no pueden gastar y les invade la tristeza, la depresión y otros trastornos. Así lo han confesado las británicas en una investigación de la Universidad de Herfordshire. El 79% confesó sus atracones consumistas y justificó su comportamiento con la idea de que “ir de compras nos hace sentir mejor”. ¿Frivolidad? Para la psicología, es uno más de los “reguladores de emociones” que tiene el ser humano para su equilibrio mental y físico. “Este modo de consumo compensatorio en los momentos bajos calibra las emociones intensas”, ha aclarado Karen Pine, responsable de este estudio.

Inhabilitados para el placer

Algunas personas parecen privadas de la habilidad de gozar y de experimentar emociones positivas. Sufren anhedonia, un trastorno que impide reaccionar ante estímulos placenteros (uno de los indicadores de depresión). Investigadores del Instituto Douglas de Montreal detectaron en los cerebros de quienes lo padecen que el núcleo caudado, una diminuta región donde se aloja la felicidad, tiene un tamaño menor.