“Aislamiento de 30 días. Va a ser necesario seguir aislados al menos hasta después de Semana Santa. Y ese es para mí el escenario más optimista”, explica a QUO vía telefónica Ignacio Jesús Molina Pineda, catedrático de Inmunología de la Universidad de Granada.

La conclusión de Molina Pineda tiene que ver con el periodo de incubación del coronavirus que nos ha encerrado en casa. “Los cálculos son simples. El periodo de incubación del virus, en la mayoría de los casos es de entre 4 y 5 días, pero puede llegar hasta los 14 días. Si todo el mundo se hubiera estado quieto y aislado cuando comenzaron las infecciones, que no es el caso, en 14 días habríamos visto una caída brusca de afectados. Todo habría quedado ahí. Pero no fue así. Esto significa que muchísima gente se contagió después, así que ponle al menos otros 14 días de periodo de incubación, para los que se han contagiado en la segunda oleada. Según como se mueve el virus, este calculo es lo más optimista posible. Recuerda que en China han estado 50 días de aislamiento. 30 días es lo más optimista que contemplo”.

Hoy todo el mundo ha despertado con la esperanza de la vacuna para frenar la pandemia.  ¿Cuándo estará disponible?

La vacuna no la tenemos hasta el año que viene en el mejor de los casos. (Y no, ¡no la tienen los chinos!) Lo primero que te tiene que preocupar de una vacuna es que sea segura. Una vez demostrada la seguridad, puedes ver la eficacia. Pero de nada te sirve una vacuna muy eficaz contra el virus que cause efectos adversos intolerables. Hay que empezar testando seguridad, y después, eficacia, y eso lleva unos plazos que no se pueden acortar. Por mucho que fuerces la maquinaria, que ya se está haciendo. Por ejemplo, algunos pasos redundantes en modelos animales se los van a saltar y van directos al ensayo en humanos. Y después, hay que producir millones de vacunas.

¿Cómo se hace, cómo se consiguen millones de vacunas para todo el mundo?

Las vacunas en las que se está trabajando hoy, y las más seguras, son vacunas recombinantes. Una vez que sabes qué proteína, o qué parte del virus es inmunógena (estimula la producción de anticuerpos) la producción en laboratorio es relativamente fácil. Ya no estamos en aquellos tiempos en los que había que cultivar los virus en huevos para hacer vacunas. Ahora puedes producir gran cantidad, pero después hay que purificar, etc. El proceso lleva tiempo.

Se habla de una carrera contra-reloj de EE.UU, China, e incluso España para producir la vacuna. ¿Habrá finalmente una vacuna única? ¿Podría patentarla un laboratorio y que no llegara a todo el mundo?

En la investigación, es posible patentar la estrategia que hayas elegido para desarrollar esa vacuna. Pero puedes hacer una vacuna contra una zona del virus que no use tu competidor. Así que preveo que habrá varias vacunas, varias estrategias. Y alguna será mejor que otra y será la que se imponga en el mercado. Pero sí, hay mucho dinero de por medio. La situación es tan surrealista que Donald Trump ha querido comprar los derechos exclusivos de la investigación de un laboratorio privado en Alemania, cosa que ha encendido a Angela Merkel.

¿Nos tendremos que vacunar todos?

Probablemente sí, hasta que se alcance lo que los inmunólogos llamamos ‘efecto rebaño’. Cuando se alcanza un nivel de inmunidad en la población de más o menos el 60%, la gente inmunizada protege a los que no lo están porque el virus no circula. Esto es lo que no entienden los anti vacunas. No vacunan a su hijo del sarampión, y los demás lo protegen, porque el virus no circula.  Pero hasta que lleguemos a ese ‘herd effect’ (efecto rebaño) habrá que vacunarse y generar inmunidad. Es probable que empiecen por los grupos de riesgo, y después irán extendiendo la vacuna. Siempre que no nos enfrentemos a la capacidad de mutar del virus, que es lo que pasa con el de la gripe, que todos los años tenemos que vacunarnos de un virus distinto, mutado, de la gripe.

¿Qué pasa si muta el coronavirus?

Cuando se consiga la vacuna, y poco a poco una inmunidad de grupo de al menos un 60% de la población, que es lo que pasa ahora mismo con la gripe, pues tendremos una cierta protección y se podrá hacer una cierta anticipación de por dónde puede ir la mutación según las cepas prevalentes. Por eso hay que vacunarse cada año de gripe, porque el virus muta.

«Lo que le hace diferente, y es lo devastador, es que la inmensa mayoría de las infecciones ocurren en la etapa asintomática»

¿Pero este no es como la gripe?

Este nuevo coronavirus nos está sorprendiendo porque no se comporta como los demás en cuanto a su capacidad de transmisión. Precisamente, lo que le hace diferente, y es lo devastador es que la inmensa mayoría de las infecciones ocurren en la etapa asintomática, el individuo que te está infectando no sabe que lo tiene. En casi todas las infecciones la transmisión ocurre durante la etapa sintomática o la inmediatamente anterior, cuando hay suficiente carga de virus y el individuo se nota enfermo. Pero en este caso no. Nos ha sorprendido porque se ha podido determinar que personas infectadas, en un 50% de los casos lo transmitieron durante la etapa en la que no tenían síntomas.

¿Así que son (o somos) muchísimos más los infectados de lo que dicen las cifras?

Un estudio aún más devastador, con un modelo matemático, ajustando los datos epidemiológicos de lo que ha pasado en China y hecho antes de las restricciones, postula que en realidad estábamos detectado solo un 14% de los infectados. La inmensa mayoría son asintomáticos o tienen tan pocos síntomas que no están diagnosticados y van por ahí extendiendo la enfermedad.

¿Por qué se transmite tanto cuando es asintomático?

No lo sabemos. Por la estructura del virus, se parece muchísimo al SARS 1 de 2003. Este se llama SARS-CoV-2 (coronavirus 2)  porque el SARS era SARS-CoV-1 (coronavirus 1). Así que esperábamos que se comportara de un modo similar. Pero no ha sido así.

Es muy parecido al SARS y pensamos que se comportaría como él. Este error nos hizo minusvalorar la importancia de lo que teníamos enfrente.

¿No es una mutación de SARS?

No. Aunque es muy parecido, el origen es distinto. El SARS vino de la civeta, el coronavirus 2 viene claramente de los murciélagos.  Pero son muy parecidos, tanto en su estructura como en su composición de proteínas. Por eso se pensó que sería similar en cuanto a los daños que causa. El SARS tuvo un brote que afectó a 8.000 personas y no se ha vuelto a reproducir. Tenía un bajo nivel de contagio. Pero esto es distinto. Y este error justifica un poco los motivos por los que se ha minusvalorado la importancia de lo que teníamos enfrente. Teníamos una experiencia basada en el SARS, sobre su comportamiento, y nos ha sorprendido mucho la diferencia. No se podía prever (y para mí ha sido una gran sorpresa) la trasmisión asintomática y la enorme cantidad de pacientes no diagnosticados. Y esto es un serio problema. Por eso es razonable el último consejo del director general de la OMS:  Hay que hacer test a gran parte de la población.

¿Pero no había test? ¿No han tardado demasiado?

El tiempo de reacción ante el virus ha sido brutal. El primer caso que admiten las autoridades chinas es de finales de diciembre de 2019. Llevamos apenas dos meses y medio de la infección y hemos conseguido saber qué lo provoca, secuenciar su genoma, identificar las zonas más relevantes del virus de cara a la fabricación de la vacuna, y producir test diagnósticos en grandes cantidades. Esto, en dos meses y medio, es un esfuerzo científico sin precedentes. Ha sido posible gracias a las nuevas técnicas de secuenciación de ADN que han permitido conocer su genoma en un tiempo récord. Además, ya se le está haciendo un seguimiento en España, en la Universidad de Valencia para ver si ha mutado o no… Esto es increíble que se haya conseguido con esta celeridad.

¿Cómo se cura COVID-19?

El sistema inmunitario hace un ataque concertado. Hay múltiples componentes. Elementos de la inmunidad innata, que se ponen en marcha inmediatamente, y elementos de la inmunidad específica o adaptativa que son los que se ponen en marcha cuando sabes a qué te estás enfrentando. En un caso y en otro tenemos componentes humorales y celulares para combatir la infección. Eliminar al virus es un ataque concertado. En primer lugar, todos los componentes de la inmunidad innata (neutrófilos, mastocitos etc.) se ponen en marcha para iniciar el ataque. A veces tiene éxito, porque la cantidad de virus o bacterias es baja, y puede eliminar la infección. Pero si es alta, hay un momento en que tiene que ponerse en marcha el sistema inmunitario específico. La activación de la específica es muy potente, pero puede tardar días. El resultado final de eliminar un virus tiene que ver con la respuesta correcta de ambos sistemas y de su actuación conjunta: ¿Cómo de potente ha sido la respuesta inespecífica? ¿Cuánto ha contenido el virus? ¿Se ha activado la respuesta específica a tiempo?  Si todo se pone en marcha de forma conjunta, armónica y correcta, superas la infección. Si no es así, y las cosas empiezan a descontrolarse, porque no haya respuesta de ningún tipo o, incluso, porque hay una respuesta excesiva, pues puede ser muy perjudicial.

«La mayor parte de la población que murió por la Gripe Española de 1918 fue la más inmunocompetente, es decir, jóvenes entre 18 y 35 años»

¿Puede ser que la respuesta de nuestro sistema inmunitario sea exagerada?

Sí. Y que esto produzca la muerte. Por ejemplo, la presencia de altos niveles de una molécula, interleucina-6 se asocia con peor pronóstico y mortalidad en esta enfermedad, y es una respuesta de nuestro propio sistema inmunitario. De hecho, la asociación de la producción excesiva de interlucina-6 es tan potente que se acaba de empezar un ensayo clínico en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, y lo que se les van a dar a los voluntarios del estudio es un anticuerpo monoclonal anti interlecuina-6, para disminuir sus niveles en sangre. Esto pasa en otras infecciones. Se conoce como ‘tormenta de citocinas’, en la que la respuesta es tan brutal que causa daños al propio individuo. Incluso se postula que esta fue la causa de la muerte masiva que ocasionó la Gripe Española de 1918, con 50 millones de muertos, Y hay otra evidencia: la mayor parte de la población que murió entonces fue la más inmunocompetente, es decir, jóvenes entre 18 y 35 años. Y hoy se explica por esto. Parece que se producía una necrosis pulmonar como consecuencia de esta tormenta de citocinas. En el caso de coronavirus 2 es al revés, la población de riesgo es de a partir de los 65 años, con patologías previas cardiovasculares, hipertensión, y diabetes a parte de las afecciones pulmonares.