La pandemia de COVID-19 ha hecho que muchos países tomaran la decisión de prohibir o restringir los viajes internacionales. Las medidas han tenido importantes consecuencias económicas en muchos sectores que trascienden el turismo y han sido  muy criticadas, aunque hasta ahora poco se sabía de su efectividad.

Para intentar responder a esta incógnita un equipo de científicos del Instituto Internacional para Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), liderados por  Tamás Krisztin, analizó cómo se propaga el virus a nivel regional y entre países, y cómo se desarrolla con el tiempo. Los resultados del estudio se han publicado en Letters in Spatial and Resource Sciences.

Según los autores, la mayoría de los estudios sobre la transmisión de COVID-19 tienden a centrarse en países específicos. Sin embargo, en este análisis se exploró el traslado de personas entre 99 países. Las principales preguntas que los investigadores querían abordar eran, por un lado, si las medidas gubernamentales han colaborado en la reducción de la transmisión de casos de COVID-19  y, por otro lado, qué canales eran las principales fuentes de transmisión a nivel nacional.

«En enero de este año, el virus se consideraba un problema chino y luego italiano – explica Krisztin en un comunicado – . Sin embargo, debido a la rápida propagación del COVID-19 en todo el mundo, casi todos los países occidentales reaccionaron empleando medidas para contener o retrasar la propagación. del virus”.

Los resultados del estudio indican que los procesos de transmisión entre países, específicamente a través de conexiones de vuelos internacionales, desempeñaron un papel particularmente importante en las primeras etapas de la propagación del virus y que el cierre de aeropuertos internacionales y el cierre de fronteras tuvieron un impacto positivo a la hora de evitar mayores brotes. Los gobiernos que tomaron medidas tempranas para reducir el tráfico de pasajeros aéreos habrían hecho lo correcto para prevenir la propagación de la infección. La investigación también respalda la evidencia de que los países que retrasaron el cierre de sus fronteras al tráfico aéreo tienen tasas de infección más altas.

También es interesante señalar el hecho de que la propagación entre países podría explicarse principalmente por las conexiones de vuelos internacionales entre ellos, más que por las fronteras compartidas (transmisión por tierra). Los investigadores señalan que esto también podría explicar por qué Austria se vio relativamente más afectada por el virus que, por ejemplo, los países vecinos de Europa del Este, a pesar de que comparten fronteras terrestres con Austria.

Los investigadores advierten que, a medida que los gobiernos reabran el tráfico aéreo, deberían evaluar cuidadosamente a dónde permiten vuelos y desde qué regiones aceptan vuelos. La escala de este tráfico también debe calibrarse cuidadosamente y controlarse continuamente. El tráfico aéreo transfronterizo es un canal muy importante para la propagación del COVID-19 y, a diferencia de los viajes por tierra donde la propagación es geográficamente limitada, el tráfico aéreo permite que el virus salte de países y continentes en muy poco tiempo.