No hay beneficios directos para el país que ejerce la Presidencia de la Unión Europea, más allá de poder proponer una serie de temas de discusión y presidir las reuniones en el Consejo de Ministros. Al país que preside el semestre también se le presume cierta capacidad como mediador si surgen problemas entre Estados miembros, y es el responsable de impulsar las negaciones sobre los temas pendientes.

Del turno actual se hereda la estrategia común sobre el Tratado de Lisboa, la crisis económica y el cambio climático. Pero la presidencia española quiere impulsar también la entrada de Islandia y Croacia, algo que nos daría prestigio.

Redacción QUO