Me levanté, recé y salté.” Así recuerda el capitán Joseph Kittinger su asombrosa gesta cuando, el 16 de agosto de 1960, saltó desde un globo a una altura de 31.333 metros. El oficial logró así un récord que ha permanecido imbatible durante cincuenta años. Ahora, alguien se ha propuesto la casi suicida idea de superarlo.

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El paracaidista austríaco Felix Baumgartner ha anunciado que intentará superar la marca de Kittinger. El aventurero (a quien la calificación de temerario se le queda corta) planea saltar desde un globo situado en la estratosfera. Si corona su hazaña, no solo batirá un nuevo récord de altura, sino que también se convertirá en la primer apersona que alcanza la velocidad supersónica en caída libre. ¿Lo logrará? No conviene olvidar que no sería la primera persona que pierde la vida en tan descabellado intento.

El miedo le ayuda a concentrarse
En 1965, un camionero de Nueva Jerseytrató de superar la marca de Kittinger saltando desde un globo situado casi en el límite de la estratosfera. Pero falleció al sufrir lo que el historiador Craig Ryan calificó en su libro Magnificent failure como: “La descompresión explosiva más violenta experimentada por ser humano alguno”.

Ahora, a sus 42 años, Felix Baumgartner toma el relevo. ¿Pero que le empuja a jugarse el pellejo realizando un salto desde 36 km de altura? El austríaco asegura que el interés científico: “Demostrar que, en caso de emergencia, un astronauta podría sobrevivir a un salto desde la estratosfera”.

Pero, ¿realmente podría? Jonathan Clark, director médico del proyecto, considera que sí: “Existe el caso de un piloto que logró sobrevivir a la destrucción de su avión, un F-86 Sabre, a una velocidad tres veces superior a la del sonido. Una vez en tierra, relató que solamente recordaba una desagradable impresión: la sensación de que, al eyectarse, había sido como si lo lanzasen contra una pared de ladrillos”.

Felix Baumgartner también se muestra optimista respecto a la resolución de su gesta, si bien admite: “Claro que tengo miedo, aunque eso es lo que me ayuda a concentrarme”. O eso es lo que asegura este paracaidista. Y no es para menos, porque los riesgos a los que se enfrenta son espeluznantes.

Peligros sin fin
La aventura comenzará con la ascensión de Felix hasta la estratosfera en una cápsula sostenida por un globo. “Nuestro objetivo es llevarlo tan alto como sea posible”, explica el veterano Joe Kittinger, quien a sus 81 años colabora como asesor en esta empresa. Una vez que haya alcanzado los 36.600 m de altitud, Felix se lanzará al vacío. A partir de ahí, los riesgos para su vida son a cual más retorcido y letal.

El primero es que a partir de los 19 km de altura el agua hierve de forma espontánea. Como nuestras células están compuestas en su mayor parte por líquido, el cuerpo humano comenzaría a hervir literalmente. Además, al igual que un buzo que emerge sin realizar la pertinente descompresión, el nitrógeno de su cuerpo comenzaría a burbujear, lo que le causaría la muerte. “Si abriera el casco”, explica el doctor Clark, “los gases de su cuerpo saldrían al exterior y se convertirían en un fluido burbujeante en los ojos y la boca”.

Además, a esas alturas la temperatura es cada vez más baja. Por eso, si sudara, las gotas se congelarían inmediatamente a una temperatura cercana a los -50 grados centígrados, lo que provocaría una hipotermia letal.

Luego está la velocidad, que será tan enorme que podría hacer que la sangre se desplazara brutalmente hacia la cabeza, lo que le haría correr el riesgo inminente de sufrir un previsible derrame fatal.

Arropado por Una voz amiga

Para protegerse, Felix llevará la versión más moderna que existe de los trajes presurizados que usan los astronautas. Así, evitará la despresurización y la congelación. Además, la flexibilidad del traje le permitirá alcanzar el ángulo de vuelo y la frenada necesaria para evitar el desplazamiento de la sangre.

El salto de Baumgartner durará 21 minutos. Seis de ellos serán en caída libre, y el resto los hará con paracaídas. Nada más saltar, experimentará una aceleración de 9,7 m/s2, e irá pasando de velocidad sónica a supersónica. Solo 35 segundos después romperá la barrera del sonido, momento en que, durante una fracción de segundo, una parte de su cuerpo irá más deprisa que el resto.

Durante todo ese tiempo, el austríaco únicamente oirá por medio de su casco la voz de Kittinger. “Él fue el ídolo de mi infancia”, afirma Baumgartner. “Saber que va a estar ahí me dará serenidad.” Esperemos que no sea lo último que escuche.

Redacción QUO