Desde la Edad Media, durante siglos fue de uso exclusivo de la gente humilde. El equipaje de las clases altas se trasladaba en arcas y baúles de madera (no lo hacían ellos, claro), y de bulto de mano utilizaban unas bolsas de tela para el maquillaje y el dinero.

Con el auge del turismo a principios del siglo XX, las personas adineradas se sumaron a la comodidad de la maleta. El invento de la cremallera, y sobre todo el del nailon y la fibra artificial, contribuyó a su difusión, pero su éxito definitivo llegó con el avión como medio de transporte.

Redacción QUO