Otro aspecto en el que ha trabajado Celdrán es el histórico (otra disciplina imprescindible para este arte). Como decimos, ahora el insulto español lleva impreso el sello de la mezcla de pueblos, pero no hay que olvidar que nuestra lengua viene del latín. Este, a su vez, heredó muchas características del griego clásico. Una de ellas era la perífrasis: “Hablaban de un modo muy rimbombante, por eso sus insultos lo eran también; y los elogios. Homero, para decir que Ulises era hábil, escribió que era ‘fértil en ideas’, por ejemplo”. Con el tiempo, esos circunloquios se limaron en castellano, aunque, si nos fijamos, muchos infundios son palabras compuestas.

Eso no me lo dices a la cara
Ahora que ya sabes de la psicología, la sociología, la filología y la geografía del insulto, te queda elegir el mejor formato, es decir: ¿adjetivo o nombre? Porque no es lo mismo si te llaman “desagradable” como adjetivo que si te dicen que eres “un desagradable”. Un adjetivo es un añadido a tu personalidad, quizá incluso de modo circunstancial, pero ser “desagradable” alude a la esencia de tu ser.
Es decir, los nombres (“burro”) te convierten en objeto de ciertas características, mientras que los adjetivos y los verbos te colocan en una situación transitoria, o exclusivamente referida a un ámbito de tu personalidad. De hecho, somos más propensos a utilizar nombres que adjetivos cuando nos agraviamos cara a cara, porque es el momento de mayor calentón y, por lo tanto, donde mayor efectividad buscamos. Otra característica que el escritor y experto en el tema José Antonio Millán describe en su página web (jamillan.com/insultos.htm) es el de la veracidad de lo que atribuimos a otros. Y escribe con gran tino que, cuando queremos agredir a alguien, le atribuimos cosas “aunque sean falsas”, e incluso “precisamente porque son falsas” (calumniosas). Y hasta aquí solamente el manual del arte de sobarle los morros (verbalmente) al contrario en Occidente. Porque si quieres lidiar con un yoruba africano, tendrás que devolverle el insulto manteniendo la rima y doblando el agravio recibido. Pues ve repasando aquello de: “Cobarde, gallina, capitán de las sardinas”.

Redacción QUO