Tal y como lo conocemos ahora, es heredero de un dispositivo que funcionaba con gasolina y que ideó en 1909 el austrohúngaro Carl von Auer von Welsbach, quien también perfeccionó la bombilla eléctrica. En 1932, el estadounidense George Grant diseñó el mechero por excelencia: Zippo.
Su popularidad se debió a que, aparte de su facilidad de manejo, era infalible. La publicidad prometía que se encendía siempre, y el fabricante estaba tan seguro de ello que lo garantizaba de por vida. Su aparición supuso un quebradero de cabeza para los fabricantes de cerillas, que incluso consiguieron que los gobiernos aprobaran un gravamen especial contra los mecheros.
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