Muchas siguen aún el “canon florentino”: la altura de la cabeza es la octava parte del cuerpo; la cara debe tener una altura igual a la longitud de la mano, y es la décima parte de aquel. De pie y con los brazos extendidos, se forma un cuadrado.
Sus diagonales cortan en la última vértebra y se fijan en el centro de toda la figura. Tirando una horizontal por dicho punto central se divide al hombre en dos partes iguales, y cada una en otras dos, por líneas paralelas que atraviesen por la mitad del pecho y por las rodillas.
Redacción QUO