Cuando en los últimos años sesenta, gente del jazz y del rock empezó a experimentar adosando a este estilo musical experiencias venidas de otros parámetros culturales, muchos se echaron las manos a la cabeza. ¿Cómo podían profanar la tradición flamenca? Camarón vino a poner paz con un álbum titulado La leyenda del tiempo, que transformaba el flamenco desde dentro. A partir de aquel momento, los experimentos se multiplicaron, y nadie parece asustarse ante nuevos pasos. Como el que acaba de dar Enrique Morente, quien conduce el género a un terreno literario de la mano de Picasso. Literario, porque su nuevo disco se basa en poemas y textos escritos por Picasso y gira en torno al Guernica. Pablo de Málaga se titula el álbum, cuya presentación oficial se realizó en el frontón de la ciudad vasca bombardeada por la Legión Cóndor. Pero aparte de su valor simbólico, el disco rezuma flamenco por todos los costados, aunque haya supuesto más de un síncope para los más celosos guardianes de la tradición. Pero el nombre y el inmenso prestigio de Enrique Morente han bastado para acallar las críticas más duras. Esto es solo el principio. El mestizaje cultural es un fenómeno imparable. El flamenco ha llegado a todo el mundo, incluidos Tokio, Sydney, San Francisco y Tahití, donde inevitablemente se contagia (esperemos que para bien) de sonidos y ritmos locales.

Redacción QUO