En marzo del año 1900, los Inuits –esquimales– pasaron por la capital de nuestro país. ¿El mótivo? Tan cómico como poco humano y dramático: una gira europea con razón de la Exposición Universal de París. Este tipo de exhibiciones, tan de moda en la Europa del siglo XX, hacía que estos Inuits tuvieran que desprenderse de su mundo, su familia y sus costumbres para convertirse en un objeto de museo que observar.
En Madrid, como en el resto de ciudades europeas, también se celebraron ese tipo de exposiciones, en las que personas provenientes del otro lado del planeta venían a mostrarnos como era su vida allí.
Una vez llegaron en la primavera de 1900, el grupo de 30 Inuits, fueron llevados al Retiro, donde, en el interior de unas chozas fabricadas con materiales tales como pieles de foca y huesos de ballena, exponían las tareas propias de su cultura. Entre ellas, estaba el adiestramiento de los perros que llevan los trineos, caza con arpones o incluso curtido de pieles. Ellos también, a su vez, generaron una opinión sobre nuestras costumbres. Entre las que hay documentadas, están la crítica hacia el pescado que consumimos por su falta de frescura y, como no, la atracción por la belleza de la mujer española.
Los españoles que acudían a verles pagaban una peseta –una cantidad elevada en aquellos tiempos–, por ver como los esquimales hacían sus faenas ¿Quién se lucraba con esa peseta? Pues empresarios que se dedicaron a mover esta clase de actividades.
Os podéis imaginar como puede ser la vida de un esquimal en Madrid en pleno verano expuesto con esas pieles. Nadie se preocupaba, pues para los interesados en ver la exposición eran poco menos que «salvajes». Otros, se limitaban a pensar que era un montaje comercial. Algunos incluso, y esto es gracioso, dada la forma masiva de fumar de los esquimales, pensaban que era una estrategia de Tabacalera.
A los Inuits, tras su gira por varias ciudades europeas, se les perdió el rastro. En la documentación que queda de esta historia, indica que tan solo seis o siete de ellos pudieron volver a su hogar, pues el resto no pudieron aguantar las duras pruebas por las que les hicieron pasar. Muchos de ellos acabaron marginados, enfermos o llevados por el camino de los vicios.
Siempre con vosotros, Inuits.
Redacción QUO