DESCÁRGATE además los salvapantallas del tsunami y la recreación de la Atlántida

Existió realmente la Atlántida? Y de ser así, ¿dónde se localizaba? Para debatir dichas cuestiones, los próximos 25 y 26 de junio se celebra en Santorini la 3ª Conferencia internacional The Atlantis Hypothesis (que reúne a geógrafos, historiadores…), tras las celebradas en 2005 en la isla de Milos y en 2008 en Atenas. Unas cuestiones que han sido motivo de discusión casi desde el momento en que Platón, en sus diálogos Timeo y Critias, escritos en torno a 360 a. C., relató la fabulosa historia de la civilización atlante, pues se sabe que ya sus discípulos se ocuparon del tema.

Un cuento para enseñar moralidad

Aunque lo cierto es que en la actualidad poco hay que discutir respecto a la cuestión inicial de la supuesta existencia de la Atlántida. La postura, con mucho, más aceptada es que se trata de una leyenda inventada por Platón como vehículo para ilustrar algunos de sus pensamientos filosóficos. En concreto, los referentes a las sociedades ideales, la moral de los hombres y su corruptibilidad; no en vano, la Atlántida es destruida por la ira de los dioses “en un día y una noche terribles” después de comprobar que sus habitantes se habían vuelto mezquinos. Lo que emparentaría el mito con la alegoría de la caverna.

Los argumentos para sustentar esta postura, la de una Atlántida inventada, son difícilmente rebatibles. Por un lado, que aunque Platón data la desaparición de esta hacia el 9000 a. C. y afirma que su historia ha pasado de generación en generación transmitida por poetas e historiadores hasta llegar a él, sus diálogos (recordemos, del s. IV a. C.) son la primera referencia escrita existente que hace alusión a tal civilización.

Y también la única directa, pues a partir de entonces todas las que han surgido son referencias a la descripción del filósofo. Por otro lado, y todavía más concluyente si cabe, está el que hace 11.000 años la humanidad aún andaba en pañales. En esa época se estima que estaba teniendo lugar la revolución neolítica, es decir, la sedentarización de las sociedades humanas como consecuencia de la práctica de la domesticación, y la transición de una economía recolectora a otra productora basada en la agricultura y la ganadería. Todo ello en la región conocida como Creciente fértil, el Cercano Oriente, a la sazón cuna de las primeras civilizaciones históricas y desde donde se difundirían al resto de Asia, Europa y África.

En definitiva, demasiado pronto para que la existencia de una sociedad tan sofisticada como la descrita por el filósofo griego fuese realmente posible. Pero –y el amplio consenso entre los estudiosos se mantiene al respecto– podría tratarse de una invención inspirada en una realidad geográfica, e incluso histórica. Esto significa que la descripción que realiza Platón de la Atlántida podría estar inspirada en una ubicación real, y que probablemente también la sofisticada sociedad presentada y su destrucción estaban inspiradas en alguna antigua civilización desaparecida como consecuencia de una catástrofe natural. Eso sí, bastante más próxima en el tiempo.

En las costas de españa

En lo relativo al lugar donde se podría localizar la Atlántida, o cuál sería la isla en la que se inspiró Platón para la descripción geográfica y orográfica de dicha civilización, el debate ya es otro cantar. En torno a esta cuestión, las hipótesis se multiplican. De hecho, a lo largo de la historia prácticamente cualquier isla de un tamaño decoroso –recordemos que Platón la describe como del tamaño de Asia y Libia, y que, aunque le concedamos el beneficio de la exageración, habrá que suponer que debería tener un tamaño “mínimo”– ha sido propuesta, con mayor o menor fortuna, como una posible ubicación.

Dado que Platón la localiza frente a los pilares de Heracles –que, según la tesis más aceptada, se corresponden con las dos márgenes del estrecho de Gibraltar–, se llevan la palma las islas mediterráneas y las situadas en la región del océano Atlántico próxima a dicho estrecho. A favor de las primeras juega el factor “proximidad”, puesto que Platón vivía en Grecia y le era más fácil conocer las ínsulas más cercanas. Y a favor de las segundas, que el sabio se refiere a una isla situada en el Atlántico.

Irónicamente, la hipótesis que ha adquirido más fuerza en los últimos años localiza la Atlántida en la Marisma de Hinojos, en el Parque Natural de Doñana. Esta teoría es muy antigua, pues fue propuesta en 1670 por José Pellicer de Ossau Salas y Tovar, y retomada en 1919 por los también españoles Francisco Fernández y González y Juan Fernández Amador y de los Ríos.
La hipótesis ha vuelto a cobrar plena vigencia a raíz de que en 2004, en una fotografía tomada desde un satélite, se apreciase en la zona lo que parecen ser unas estructuras circulares y rectangulares, y una línea recta que encajan perfectamente con la descripción platónica de una ciudad organizada en tres anillos concéntricos con grandes templos y con un canal recto de entrada y salida al mar.

A lo que hay que sumar su localización, justo enfrente de los pilares de Heracles, y que a través de diversos estudios del área se ha averiguado que la zona fue inundada por un tsunami en algún momento entre 800 y el 500 a. C. Sin desdeñar asimismo que dicha región se postula como posible ubicación de la enigmática civilización tartésica, que podría haber sido fuente de inspiración para la descrita por Platón en sus diálogos. Así pues, la Atlántida podría haber sido una isla situada en lo que antes era una bahía abierta y que fue sepultada por un tsunami consecuencia de un terremoto, lo que la dejaría sumergida o enterrada bajo el fango.

Mientras, los críticos con esta hipótesis señalan que las supuestas estructuras que se aprecian en la imagen son solamente una ilusión óptica originada por las sombras y los restos de paleocanales naturales de ríos y viejas corrientes; y que tampoco se ha encontrado ningún vestigio arqueológico en la zona que respalde esta teoría.

Otra posibilidad que se ha reivindicado en los últimos años es la que ubica la Atlántida en el mar Negro, hundida frente a la costa norte de Turquía. Los defensores de esta localización señalan que los pilares de Heracles referidos por Platón se corresponden al estrecho del Bósforo. Y apoyan su tesis en el hecho de que, en dos campañas de arqueología oceánica realizados en 1999 y 2000 por el mediático oceanógrafo Robert Ballard (el mismo que descubrió los restos del Titanic), se descubriesen, merced a la utilización de submarinos operados por control remoto, restos de una antigua edificación de madera, además de útiles de piedra y restos de cerámica sumergidos a una profundidad de 75 metros frente a la mencionada costa otomana.

A lo que se suma que, originalmente, el mar Negro era un lago de agua dulce que hace unos 7.500 años, tal y como evidencia la datación por radiocarbono de muestras de conchas y sedimentos recolectadas en la zona, fue inundado por el mar Mediterráneo a través del estrecho del Bósforo, como consecuencia de miles de años de deshielo tras la última glaciación que progresivamente hicieron crecer el nivel del susodicho mar hasta que resultó incontenible. De hecho, los restos encontrados suponen la primera evidencia concreta de ocupación del mar Negro antes de su inundación.

Víctimas de la furia de un volcán

Finalmente, otra hipótesis muy extendida es la que identifica la Atlántida con la isla de Creta. Los defensores de esta postura esgrimen dos interesantes argumentos, además de su situación geográfica, próxima tanto al estrecho de Gibraltar como al del Bósforo, por lo que en cualquiera de los dos supuestos estaría “enfrente” de los pilares de Hércules. Afirman, además y en primer lugar, una cuestión lingüística, como es que el término de griego antiguo para “grande” es muy similar al término para “entre”; tanto, como para llegar a confundirse fácilmente en las transcripciones y traducciones. Por lo que en lugar de más “grande que Asia y Libia” el original podría querer decir “entre Asia Menor y Libia”, justo donde se sitúa Creta. Y en segundo lugar, más importante, que Creta fue la cuna de la avanzada civilización minoica, que desapareció de forma abrupta a consecuencia de la inundación subsiguiente a la erupción del volcán de la isla de Santorini, que ocurrió hacia 1600 a. C.

Y precisamente Santorini es otra de las candidatas más cualificadas, ya que reúne los mismos argumentos dados para Creta –es decir, su situación geográfica cerca de cualesquiera sean los pilares de Heracles y entre Asia y Libia–, su destrucción cataclísmica consecuencia de la erupción volcánica y, lo mismo que su vecina Creta, que también fue un asentamiento de la civilización minoica. Por si fuera poco, a los anteriores se suma otro hecho más: que las recreaciones de cómo era la isla antes de la terrible erupción revelan que se trataba de una “gran” estructura circular con un lago en su interior, con islotes mucho más pequeños y una estrecha salida al mar, lo que concuerda bastante bien con la enigmática descripción platónica.

Redacción QUO