Las casas de la nobleza romana ya tenían en el siglo I cañerías para el suministro de agua. En la parte final había un rudimentario grifo que consistía en un cilindro perforado que se insertaba transversalmente en la tubería. El nombre procede de la voz griphus: animal que se representaba en el dispositivo. En francés se le llama robinet, que procede de robin, carnero; y en alemán se le llama hahn, que deriva de una palabra que significa gallo.

El inglés Thomas Gyll perfeccionó el invento en 1800 introduciendo el grifo de rosca, que utiliza, básicamente, el mismo mecanismo que los actuales. Al girarla, la rosca presionaba un arandela de goma y ésta a su vez una zapara que impedía que fluyera el agua.

Redacción QUO