¿Spanish revolution? Así lo dice la BBC, aunque no se si aún es demasiado pronto para ser tan tajante. Lo cierto es que algo se mueve y miles de jóvenes indignados por la falta de trabajo y por la visión de un futuro más negro que una pintura de Goya, han salido a las calles para gritar basta. Las principales plazas de nuestras ciudades se están llenando de acampadas en las que la nueva generación de rebeldes quiere mostrar su descontento. La más emblemática, evidentemente, está siendo la de la Puerta del Sol en Madrid. La tienda de campaña y el colchón se están convirtiendo en el nuevo símbolo de la revolución.

Pero, anoche, paseando por Sol y charlando con algunos de los acampados, me acordé de que esto no es nuevo. Que esta forma de protestar yo ya la había visto en alguna parte. Y, efectivamente, así había sido. En el teatro. Concretamente en la obra La comedia de Carla y Luisa, estrenada en 2003 por la actriz y productora Cristina Higueras, y coprotagonizada también por Fiorella Faltoyano.

Escrita por José Luis Alonso de Santos, la obra había permanecido guardada en un cajón, hasta que Cristina quedó entusiasmada por su trama y decidió llevarla a escena, aprovechando así además para celebrar el décimo aniversairo de su compañía teatral, Nueva Comedia. Con esta pieza, el autor declaraba que le interesaba: “Indagar el efecto del paro en las vidas de quienes lo sufren, y demostrar cómo también afecta a profesiones intermedias alejadas de los trabajos temporales. Cuando yo era joven la angustia era política, ahora es laboral”. E iba aún más lejos, afirmando que le interesaba estudiar las consecuencias de esa terrible situación en la mujer: “El hundimiento es más traumático porque ésta ha luchado por romper los esquemas tradicionales y ha creado un fuerte vínculo con su trabajo”.

Lejos del drama social, pero sin eludir apuntar responsabilidades, el autor creó una pieza en la que el desplome vital se transformaba en una comedia en la que el humor servía como marco que realzaba los temas tratados: feminismo, paro, desconcierto social, libertad sexual, la amistad e incluso la propia crisis del teatro… El público suele huir de los panfletos, pero Jose Luis Alonso de Santos sabía que las pildoras amargas con un poco de humor se digieren mejor (aunque creo que esta idea se la leí a la propia Cristina en una entrevista). Un humor, eso sí, que no ocultaba la triste condición en la que estaban atrapados algunos de los personajes de la obra. “Yo siempre elijo a las víctimas, porque es la única forma de ver los agujeros que hay en la sociedad», explicaba el dramaturgo. «Pero les pongo una sonrisa porque creo que la comedia desenmascara la realidad, es limítrofe con la realidad”, comenta.

Esos límites aludidos explican el juego metateatral que el autor proponía en el texto. Como si de una caja china se tratara la obra iba descubriendo ideas y ahondando en los principales personajes: Carla (papel interpretado por Cristina Higueras) y Luisa (Fiorella Faltoyano), dos amigas unidas por el mismo amante, la misma casa…. y el desempleo.

De Cristina Higueras creo que ya he dicho en varias ocasiones que me parece una de las mejores actrices de este país. Y de las más bellas, si me permiten el apunte frívolo. Y en La comedia de Carla y Luisa demostró que es un torrente interpretativo con una capacidad asombrosa para cambiar de registro y pasar en solo dos frases de lo cómico y grotesco a despertar la ternura del espectador más curtido. Ella, con motivo del estreno, declaró que: “La obra me gustó además porque trata problemas muy actuales”. Y tanto que eran actuales. Lo eran en 2003 y como la realidad nos demuestra lo siguen siendo siete años después.

Vicente Fernández López