Hay personas que cuando ven un niño, especialmente si es muy pequeño, no pueden reprimir el instinto de pellizcarle los mofletes. Y ocurre algo similar con las mascotas que son especialmente monas, que hay gente que siente deseos de pellizcarlas o darles un pequeño mordisco. A ese tipo de comportamientos, los anglosajones los han bautizado con la expresión «cute agression».
Pero, ¿por qué se producen? Para intentar averiguarlo, una investigadora de la Universidad de California, realizó un experimento con 54 adultos de entre 18 y 40 años. A todos ellos se les monitorizó la actividad cerebral, mientras se les mostraban una serie de fotos agrupadas en cuatro categorías: bebés, bebés con el rostro manipulado para parecer aún más encantadores, animales monos, y animales no tan monos.
Los voluntarios tenían que puntuar del 1 al 10, lo encantadores que encontraban a los niños y animales de las fotos, expresar también que sentimientos les inspiraban (si sentían ganas de cogerlos, de protegerlos o si, por el contrario, les abrumaban porque sentían temor a dañarlos involuntariamente), y las ganas que tenían de pellizcarlos o darles un mordisquito.
Los resultados revelaron que los voluntarios sentían más deseos de practicar la «cute agressión» con los animales monos que con los que no eran. En cambio, no había diferencias respecto a las fotos de los bebés manipuladas y sin manipular. Y se observó también que aquellos voluntarios que afirmaban sentirse un poco abrumados por los bebés y los animales monos, eran también los que sentían más ganas de pellizcarlos.
La prueba también reveló que la visión de las fotos activaba en esos voluntarios las áreas vinculadas con los sistemas de recompensa. La investigadora cree, por tanto, que pellizcar los mofletes de un bebé puede ser una especie de respuesta neurológica y emocional, de ciertas personas que tienen temor o reparo a coger a un niño tan pequeño, y que no saben como lidiar con ese miedo.
Vicente Fernández López